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sábado, 5 de enero de 2008

EL MAGO DE TERRAMAR


La trama es básicamente la siguiente: Gavilán es un muchacho de la isla de Gont, en el mundo de Terramar. Desde niño queda claro que es un hechicero nato, tras salvar a su aldea de una invasión de kargos a la isla. Tras esta demostración de poder, es recogido por un sabio Mago, llamado Ogion, quien le da su nombre verdadero - Ged - y lo instruye en runas antiguas y otros conocimientos. Sin embargo, cierto día Ged acepta un desafío y va más allá de lo que puede controlar, siendo apenas salvado por Ogion, quien, percatándose de la ambición del muchacho, le da a escoger entre quedarse con él o ir a Roke, la isla de los Magos.
Habiendo elegido esta última opción, Ged llega a Roke, luego de un largo viaje desde el Puerto de Gont,donde es recibido por el Archimago Nemmerle, y donde aprende muchas nuevas cosas, la más importante de las cuales es que la magia no se hace a la ligera, sino que se hace cuidando de mantener algo que rige el mundo de Terramar: el Equilibrio.
Allí se hace amigos como Algarrobo, un alumno tres años mayor que él, pero también se hace enemigos, uno de los cuales, llamado Jaspe, lo desafía - quedando así en claro que el punto débil de Ged es su orgullo - a un duelo de invocaciones. Ged invoca al espíritu de Elfarran, una princesa de los años ya idos, pero sin quererlo abre una brecha entre el mundo de los vivos y los muertos, e invoca a otra cosa también, una sombra que salta de su espacio al de Terramar. Esto le cuesta a Ged una terrible cicatriz en la mejilla izquierda, y quedar inconsciente durante mucho tiempo. Cuando despierta, descubre que el Archimago murió cerrando esa brecha, y hay un nuevo Archimago en Roke, Gensher de Way.
Tras concluir sus estudios, el nuevo Archimago le da la opción de irse como hechicero a una pequeña isla que está siendo asolada por un dragón. Ged acepta gustoso, y se asienta en la isla, haciéndose amigo de un aldeano ordinario, lo que le devuelve cierta tranquilidad. Pero un día el hijo del aldeano enferma de gravedad, y aunque Ged intenta salvarlo, atravesando el muro que divide el mundo de los vivos del de los muertos, no puede conseguirlo porque se encuentra con la sombra, y el mismo Ged apenas consigue sobrevivir, siendo salvado por su mascota, un otak.
Amargado por esta experiencia, decide cumplir con su tarea original, y enfrenta al dragón, haciéndolo jurar que no atacará las islas, atándolo con un juramento sobre su nombre, pues no hay peor cosa en Terramar que el que un hechicero sepa tu verdadero nombre, ya que puede hacer contigo lo que quiera. Pero antes de eso, el dragón tienta a Ged, diciéndole que él puede decirle el nombre de aquello que dejó escapar. Ged duda por un momento, pero finalmente se sobrepone.
Así, trata de regresar a Roke, pero se encuentra con que Roke, que está protegida por vientos mágicos, no lo acepta, y debe buscar otro lugar. En el barco que toma, conoce a un mercader que le sugiere ir al norte, a Osskil, donde se encuentra La Corte Del Terrenón. A Ged se le hace raro todo esto, pero acechado por la sombra decide ir, sólo para darse cuenta de que ha caído en una trampa, pues la sombra se había apoderado del cuerpo del marinero que lo guiaba, y trata de apoderarse del cuerpo y los poderes de Ged. Con mucha dificultad, Ged consigue salvarse gracias a la intervención de una joven que había conocido en Gont - la misma que lo había desafiado por primera vez -, quien de nueva cuenta lo incita a usar su poder, esta vez para conseguir que la piedra que habla, el Terrenón, le diga el nombre de la sombra, y así pueda Ged controlarla. Pero Ged, que poco a poco va comprendiendo las cosas, decide que la piedra no le podrá decir lo que él quiere, y ante la furia del marido de la joven, quien era un hechicero perverso, escapa bajo la forma de un halcón, aunque la joven muere a manos de criaturas invocadas por la piedra, sobrevolando muchas leguas hasta llegar de nuevo a Re Albi, en Gont, el hogar de su antiguo maestro Ogion.
Ogion lo recibe, y aunque al principio no lo reconoce bajo la forma de halcón, consigue recordar el nombre de Ged, y al llamarlo por su nombre, recobra su forma humana. Tras pasar muchos días en recuperación, Ged comprende que nunca debió dejar Gont, pero ahora también entiende que debe encargarse de la sombra, y no solamente huir de ella. Ogion le da una nueva vara de hechicero, y su bendición, y así Ged se lanza a la caza de la sombra.
Sin embargo, su cacería es fallida. De hecho, Ged termina naufragando en unas islas muy lejanas, cerca de las Tierras de Kargad, llamadas Las Manos, y es salvado por una pareja de ancianos de origen kargo que ni siquiera saben hablar. Como puede, Ged les agradece las atenciones. Pero antes de irse, la anciana le hace un obsequio: la mitad de una especie de medallón. Ged lo recibe como si fuera cualquier cosa; posteriormente esta mitad de medallón lo llevará a la búsqueda del Anillo de Erreth-Akbé, en Las tumbas de Atuan.
Así, navegando en su barca llega al confín austral de Terramar, donde vive un viejo amigo suyo de Roke, Algarrobo, quien lo recibe y le cuenta que ha visto a la sombra, pero que él había pensado que se trataba del mismo Ged. Esto deja pensativo a Ged, quien se queda un tiempo con su amigo, y finalmente decide hacerse nuevamente a la mar. Esta vez, Algarrobo lo acompaña, y navegan más allá del confín austral, hasta que llegan a una tierra desconocida, con una playa invisible, donde Ged se enfrenta una vez más a la sombra. Pero esta vez, Ged se acerca, y dice el nombre de la sombra: "Ged". Y se funde con ella como si fuera un abrazo.
Algarrobo recoge el cuerpo de Ged, y lo sube a la barca, de regreso a las islas de Terramar. Cuando Ged despierta, Algarrobo teme que la sombra se haya apoderado de su amigo, pero al ver su mirada, comprende que se trata de Ged, quien llora liberado de una gran carga.
Los detalles de la trama y/o del argumento terminan aquí.

Análisis
Las historias de Terramar, y en general todas las novelas de Le Guin, tienen algo en común: hablan de las debilidades de las personas, y de la maduración que implica el superarlas. Ged es sólo un muchacho cuando llega a Roke, pero ya tiene un gran poder entre las manos. Sin embargo, también es impetuoso, y tal vez demasiado orgulloso, y son estos dos defectos los que terminan costándole la terrible cicatriz, que es una excelente forma de reflejar las marcas que dejan en nosotros las dificultades que hemos sorteado.
Pero aparte de ser un libro que cuenta la manera en que Ged madura, nos habla sobre algo muy importante: el equilibrio de las cosas en el mundo. Cuando Ged quiere abusar de su poder para invocar a un espíritu, no sabe (o sabe, pero en su orgullo lo ignora) que esta acción tiene una repercusión. Es algo muy "kármico", y no es para menos: Úrsula Le Guin es taoísta, y mantiene su congruencia sobre las reglas del mundo, que son las mismas que las del individuo, y del todo. La sustancia de las cosas es siempre la misma. La llegada de la sombra no es sino el reflejo del abuso del poder, no solo de Ged sino de todos aquellos que lo tienen sin estar plenamente conscientes de sus implicaciones. Quizás nadie lo está. Ged mismo, a lo largo del libro, nunca lo está del todo, pero al menos comienza a ver algo: por muy sabio que sea, no lo puede saber todo. Por eso se niega a hablarle a la piedra del Terrenón, porque sabe que cualquier cosa que le diga será a cambio de algo, y que para vencer a la sombra debe buscar dentro de sí mismo. Por eso, al final, Ged se funde en la playa invisible con la sombra, su sombra.

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