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jueves, 20 de agosto de 2009

MANITU



"Por supuesto que puedo cazar un reno", había afirmado Ojibwa, respondiendo a las críticas de su abuelo, que lo consideraba demasiado joven e inexperto. Sin embargo, después de pasar tres días solo en el bosque, la tarea ya no parecía tan sencilla.
El primer día, Ojibwa encontró la pista de un reno y lo siguió de cerca, pero el sol se puso antes de que pudiera alcanzarlo. El segundo día. Ojibwa sorprendió a otro reno bebiendo en un arroyo; sacó su arco, se aproximó al arroyo y pisó, sin darse cuenta, algunas ramas secas que crujieron ahuyentando a su presa. El tercer día, Ojibwa localizó a una familia de renos que se refugiaba detrás de unos peñascos, pero cuando empezaba a acercarse escuchó el gruñido de un oso y se trepó en un árbol para ponerse a salvo. Por supuesto que cuando bajó del árbol los renos habían abandonado su escondite.
La noche del tercer día, Ojibwa se encontraba en un claro del bosque dándole vueltas a su fracaso y considerando la posibilidad de regresar al campamento, sin pena ni gloria, cuando de repente escuchó un zumbido y percibió un resplandor extraño.
Después del zumbido vino una voz:
-Soy Kitchi Manitú, no temas -dijo la voz.
-¡Oh, Kitchi Manitú! Necesito tu ayuda.
-Para volver al campamento con la cola entre las piernas no necesitas la ayuda de Kitchi Manitú.
-Estoy decidido a intentarlo una vez más, pero no sé cómo.
-El primer día fallaste porque te faltó rapidez, el segundo día fallaste porque te faltó sigilo y el tercer día... bueno, aceptemos que el tercer día fuiste simplemente un cobarde. Necesitas que manitú, la fuerza, crezca dentro de ti. Para eso deberás internarte en el bosque de los abedules: pasarás dos días con sus noches sentado en la piedra más plana que encuentres en aquel bosque. Pondrás tu mirada y tu atención en los troncos de los árboles, en ninguna otra cosa. Al final del segundo día se presentará tu animal protector y te indicará un camino.
Ojibwa siguió las instrucciones con todo cuidado; permaneció atento y quieto dos días con sus noches. Al final del segundo día, tal como Kitchi Manitú lo había anunciado, llegó un animal, un castor de ojos más bien grandes. El castor se anunció golpeando su gruesa cola contra el suelo, y en cuanto notó que Ojibwa lo había visto se echó a correr. En ese momento Ojibwa recordó que su primera falla había sido la falta de rapidez, de manera que empezó a correr detrás del castor.
Después de un rato, el castor paso a pocos metros de un gigantesco oso que arañaba distraídamente la corteza de un abeto. Ojibwa recordó que su tercera falla había sido sucumbir ante el miedo, y siguió corriendo tras el castor, ignorando la presencia del oso.
Finalmente el castor entró a la zona más tupida de la floresta y detuvo su carrera, dando paso a una marcha lenta. Ojibwa recordó que su segunda falla había sido la falta de sigilo, y empezó a caminar tan suave y discretamente que sus mocasines no hacían ruido alguno. Así se acercaron a un reno que masticaba yerbas y sacaba de vez en cuando la lengua.
Ojibwa apuntó con su arco y se disponía a lanzar la flecha cuando el reno desapareció. No se escapó, no se movió; simplemente desapareció. En el sitio donde había estado el reno surgió un resplandor...Kitchi Manitú.
-Ya has aprendido bastante por ahora -dijo el Gran Espíritu-. No dudo que un día, muy pronto, seas un buen cazador. Ahora regresa al campamento y dile a tu abuelo que tenía razón, que te falta mucha experiencia. Si lo haces, agregarás a todo lo que has aprendido una lección de humildad.




* Los Algonquinos: Vivían en las grandes extensiones boscosas del Canadá y dependían, para su sustento, de la caza del caribú y del aprovechamiento de las maderas y cortezas de árboles, como el abedul.
Entre los algonquinos existía la creencia de que la fuerza de cada individuo, manitú podía incrementarse mediante experiencias de aislamiento en el bosque. Después de pasar varios días en soledad, los hombres recibían revelaciones a través de animales y obtenían amuletos. A la fuerza o espíritu supremo se le denominaba Kitchi Manitú.