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sábado, 12 de enero de 2008

SEMINARIO DE ESTUDIOS CHAMANICOS

Seminario de estudios Chamanicos
Tierra - Fuego - Agua - Aire - Magia

Micky Gallardo es director del grupo pro-nativo norteamericano Clan del Lobo, durante su vida ha tenido la oportunidad de compartir ceremonias y enseñanzas sagradas sobre el “Canku Lutha” (camino rojo) con personas tradicionalistas de diferentes culturas nativas norteamericanas, sudamericanas y Asiaticas.
En este camino se encontró con personas que marcaron su camino, tales como Archie Fire Lame Deer Jefe espiritual y político de los Sioux Lakota sicangu y Mineconjou, el lider espiritual del budismo tibetano S.S. Dalai Lama, diferentes monjes budistas con los que compartió ceremonias especiales, Ghost Horse lider espiritual y jefe de la danza del sol Sioux Lakota, Jim Leonard fundador de Vivation, José Garsia hombre medicinal Navajo, James Robideau hombre medicina de las raices, además de otros muchos maestros y guias espirituales de muchas culturas diferentes.
Desde finales de 1992 Micky Gallardo se ha encargado de transmitir la cultura tradicional Lakota a través de la ceremonia Iniunkayaktelo (Inipi), radio, televisión y conferencias en centros culturales, escuelas y universidades.
Desde hace unos diez y ocho años comenzó su camino por el mundo del ensueño, adentrándose cada vez con más fuerza en el camino chamanico, aprendiendo tanto de su propia experiencia como de la de otros chamanes y especialmente de sus guías y maestros en la otra realidad.
Ha cursado estudios de Naturopatia, Fitoterapia, psicología humanista, Radiestesia y Quiromasaje, además de ser Maestro de Reiki tradicional Usui y Tibetano, aunque en la actualidad su dedicación es transmitir el amor por las culturas nativas y su artesania.
En este seminario te propone, ayudarte a descubrir el poder que llevas dentro para que el caminar por esta vida sea más mágico y sencillo, basando la enseñanza en su propia experiencia, que de una forma sencilla le ha ayudado a comprender la espiritualidad de nuestros ancestros, aprendiendo a ver la magia de la vida sin dogmas ni obligaciones innecesarias.
El seminario tiene una duración de seis encuentros, dividiendo el trabajo y dando tiempo a la integración y desarroyo de cada tecnica aprendida.
El conocimiento primario
Tierra
Agua
Fuego
Aire
Magia
El conocimiento básico, es el primero de los seis encuentros. En este, centraremos el trabajo a realizar, resolveremos las primeras dudas tales como la comprensión del camino chamanico, que es y que no es un chamán u hombre medicina, que es la medicina, la importancia de lo que no es, simbología, ceremonias y rituales, el altar, las herramientas del chamán y mucho más....
Este encuentro tendrá lugar los días 18 y 19 de mayo de 2008.
La Tierra, es el elemento básico, nuestra madre, es quien nos da la vida y nos acoge en el momento de la muerte, al igual que el bisonte.
Cuando nacemos nuestra madre nos arropa en el calor de su piel y es esa piel la que nos envuelve en el momento de la muerte.
La tierra nos trae el sonido del tambor que viaja al ritmo del latir de su corazón, en su movimiento a través del cosmos nos hace disfrutar de la luz y la oscuridad en perfecta armonía, nos enseña a no temer nada físico, además de regalarnos la medicina de las plantas.
Este encuentro tendrá lugar los días 26 y 27 de julio de 2008 y en él aprenderemos a viajar con el tambor, la utilización de las plantas y raices de la medicina tradicional india y la utilización de protecciones y talismanes, además de como hacer la limpieza de un espacio o persona y la preparación de un lugar de sanación.
El Agua, te invita a sentir la fluidez del cosmos, en ella comenzó la vida, ella riega los campos y tiñe de esperanza los días venideros, los pastos crecen y el bisonte llega, es momento de abundancia, y la maraca llama a la limpieza junto a la rana.
El manso lago y el tempestuoso río son lo mismo, pero en momentos diferentes, el agua es capaz de apagar un fuego o erosionar una piedra dándoles muerte a ambos, siendo la misma que da de beber al ciervo y al águila.
Cuando miramos al frío norte, el agua nos trae la muerte, es momento de renacer y sentir como la sangre corre por cada una de nuestras venas.
Nos trae la muerte chamanica, el morir para renacer.
Este encuentro tendrá lugar los días 25 y 26 de octubre de 2008 y en él aprenderemos a viajar y limpiar a través de la maraca, tambien viviremos la ceremonia de renacimiento Inipi, en dos de sus modalidades (la Inipi de purificación y la inipi de sanación).
Aprenderemos los secretos del trance chamanico utilizando la respiración holotropica.
El Fuego, es la energía que mueve el universo, el calor de la vida y el nacimiento. El fuego nos hace sentir amor, nos enseña a curar con las manos, abrazando a una persona, un árbol o incluso una roca, es la que da vida a la Chanunpa la pipa sagrada, ella nos trae las ceremonias ancestrales y las enseñanzas de la mujer bisonte blanco.
Junto al fuego se reúnen los abuelos y tienen cabida, tanto el tambor como la maraca, es momento de sentir y dejar salir el canto sagrado, es momento de explicar leyendas, es el momento de Iktomi la araña.
En la oscuridad el abuelo lobo, nos trae las enseñanzas del clan, de la familia sagrada que nos une sobre nuestra madre tierra.
Este encuentro tendrá lugar en marzo de 2009 y en él comenzaremos a fabricar y cargar nuestras herramientas de trabajo, aprenderemos los cantos de curación y la simbología sagrada, además de la comprensión de la unión con el todo, la interpretación de sus señales y sueños.
Tambien participaremos en una ceremonia de pipa, aprendiendo el funcionamiento de esta y la utilización del tabaco y las hierbas en la oración.
El Aire, nos trae el susurro del gran espíritu, en el danzan todos los seres, y en su compás incluso Wi, el abuelo sol sucumbe a sus encantos. El aire hace danzar a las hojas de los árboles y a la hierba de la pradera, la danza sagrada es posible gracias a él, nos trae el susurro en la oscuridad, y difunde las semillas del crecimiento de la nueva vida.
La flauta del enamoramiento utilizada por los jóvenes Lakota y el silbato de oración en la danza del sol, son posibles solo gracias a él.
Este encuentro tendrá lugar en mayo de 2009 y en él utilizaremos el silvato de hueso de aguila, y los sopladores de espiritus, entraremos en contacto con los animales, utilizando las plumas, garras y pieles.
Aprenderemos a confeccionar los escudos medicinales y los dibujos de arena, las estracciones de los espiritus y la invocación de los buenos presagios y la caza.
La Magia, es la esencia de la vida, es lo intangible, la chispa que surge cuando miramos más allá de lo aparentemente visible.
A través de la ceremonia sagrada, el espíritu del mundo entra en nosotros, es entonces cuando podemos entrar en comunión con las plantas sagradas y viajar para encontrar respuestas, la magia trae la curación del espíritu, y es capaz de transportarnos más allá del tiempo y el espacio. Cuando el espíritu aprende a volar, somos inmortales.
Este encuentro tendrá lugar en julio de 2009 y en él aprenderemos como utilizar de forma correcta los anteogenos, aprendiendo como volar con el aguila y danzar con la tierra.
La utilización de los cristales sagrados y la carga energetica de los utensilios sagrados, tales como las varas de poder, los collares y las bolsas medicinales, la utilización de los espejos y la lucha en el mundo de los espiritus.

Para participar en el seminario deberás solicitar tu plaza antes del 15 de marzo de 2008, trás lo que recibirás una carta con los detalles de cada encuentro, el funcionamiento del seminario y las condiciones de asistencia.
Solo existen 15 plazas no ampliables.
Para solicitar tu plaza, debes de enviar un mail a infoclandellobo@yahoo.es

viernes, 11 de enero de 2008

HILLARY EL CONQUISTADOR DEL EVEREST



Muere Hillary, HOY TODO EL ALPINISMO ESTA DE LUTO.

Apesar que de que la mitad de medios de comunicacion pierden el tiempo en dar noticias que realmente no son mas que basura, si importarles realmente la gente que contribuyo con su gran esfuerzo ha lo que hoy en dia conocemos todos gracias a estos fantasticos personajes

y no pasandose el dia hablando de alguien que realmente no ha hecho nada de valor ni tan solo importante, como la muerte de un señor que supuestamente sabia los idilios amorosos entre Lorca y Dali.


Sir Edmund Hillary, el apicultor que conquistó el Everest y se convirtió en uno de los mayores aventureros del siglo XX ha fallecido, según informó anoche la primera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark. Tenía 88 años.
El larguirucho y desgarbado neozelandés dedicó la mayor parte de su vida a ayudar a la población de las montañas de Nepal y siempre quiso seguir siendo un humilde apicultor llamado simplemente Ed.
«Sir Ed se describía a sí mismo como un neozelandés medio, sin grandes habilidades. En realidad era un coloso. Era un héroe, no sólo por haber «noqueado» al Everest, sino por haber vivido la vida con determinación, humildad y generosidad», dijo Clark en un comunicado. «El legendario montañero, aventurero y filántropo es el neozelandés más importante y conocido de la Historia», añadió.
La vida de Hillary estuvo marcada por grandes conquistas, aventuras, descubrimientos y por su gran humildad. Tan humilde que sólo admitió haber sido el primer hombre en alcanzar la cumbre del Everest varios años después de la muerte de su compañero de expedición, el sherpa Tenzing Norgay.
Hillary estaba orgulloso de sus hazañas. Al volver al campo base tras lograr escalar por primera vez la cumbre más alta del mundo, declaró: «Hemos noqueado a ese bastardo». El logro de Hillary, que formaba parte de una expedición británica se produjo tan sólo cuatro días después de la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra, que le nombró Sir en uno de sus primeros actos como monarca.
Pero estaba aún más orgulloso de sus campañas en las que durante décadas se dedicó a la instalación y construcción de colegios y hospitales en Nepal, el país de Norgay, con el que se retrató abrazado en la cima de la Tierra. Sobre sus últimos pasos antes de alcanzar la cumbre Hillary escribió: «Unos pocos agotadores pasos más y no habrá nada por encima de nosotros salvo el cielo. No había falsas cornisas, ni un pináculo. estámabos de pie juntos en la cima. Había sitio suficiente para unas seis personas. Habíamos conquistado el Everest».
«Admiración, miedo, orgullo, exaltación, humildad, esas deberían ser las emociones que se confunden en la mente del hombre que está en la cumbre más alta de la Tierra, donde tantos antes habían fracasado. Pero mis sensaciones dominantes eran el alivio y la sorpresa. Alivio porque el tormento había terminado y lo inalcanzable había sido alcanzado. Y sorpresa porque me estaba ocurriendo a mí, el viejo Ed Hillary, el apicultor».
En 1999, en su libro «Vistas desde la cumbre», Hillary rompió por fin su largo silencio sobre quién fue el primero en alcanzar la cumbre, él o Norgay. En el libro explica que Norgay y él iban juntos y mientras Norgay anudaba una cuerda, él continuó avanzando unos pasos hasta que se encontró en un lugar nevado, plano y expuesto al viento, en el que no había más que espacio alrededor. Norgay se reunió rapidamente con él y ambos miraron a su alrededor maravillados.
Nuevas aventuras
Pero la vida como aventurero de Edmund Hillary no terminó con la conquista del Everest. En 1958 dirigió una expedición que, casi medio siglo después de la legendaria carrera entre Amundsen y Scott, alcanzó el Polo Sur.
Luego llevó a cabo una expedición en el Himalaya en busca del hombre de las nieves o Yeti. En 1977 exploró el río Ganges en la India desde su origen hasta la desembocadura. En 1985 voló al Polo Norte con el primer hombre en pisar la Luna, Neil Armstrong. Entre 1985 y 1989 fue embajador en la India.
La vida de Hillary también estuvo jalonada de desgracias. El destino le tenía reservados varios golpes: el avión en que viajaban su primera esposa con su única hija se estrelló en Katmandú en 1975. Ambas murieron en el accidente. Su segunda mujer, June Mulgrew, era la viuda de un amigo que en 1979 reemplazó a Hillary como guía en un vuelo turístico sobre la Antártida y cuyo avión también se estrelló.
Con el paso de los años, Hillary observaba con preocupación la creciente comercialización del ascenso del Himalaya. Criticó duramente a un compatriota que en mayo de 2006 no ayudó a un inglés semicongelado poco antes de la cima para alcanzarla primero.
Finalmente, el inglés murió. Hillary lo lamentó e hizo unas manifestaciones en las que explicaba que virtudes como la camaradería no se presentaban en personas egocéntricas llenas de ambición. En 2007, a los 88 años, Hillary regresó una vez más al polo sur. Allí participó en el 50 aniversario de la base Scott.
Edmund Hilary explìcó perfectamente, en 1998 en una reunión con escolares su filosofía vital y les explicó que uno no tiene que ser un genio para triunfar en la vida: «Todo sucede gracias a la motivación. Si realmente queréis algo tenéis que trabajar duro para conseguirlo».

domingo, 6 de enero de 2008

MOMIAS DE LOS PANTANOS

Los pantanos de turba del Noreste europeo son acreedores de uno de los muchos misterios que encierra el viejo continente: la aparición de momias con más de 2.000 años de antigüedad. Todos los cuerpos llevan estigmas de muerte violenta que hacen sospechar a los científicos que fueron víctimas de sacrificios o rituales religiosos. Hombres, mujeres y niños que resucitan tras siglos de silencio, y que nos revelan aspectos sorprendentes de la época en que vivieron.
Los cuerpos momificados descubiertos a lo largo del siglo XX en los pantanos del norte de Europa constituyen, además de un importante hallazgo arqueológico, un misterio difícil de descifrar que ha permanecido intacto gracias a las condiciones especiales que reúne la zona y a las turberas de los pantanos. Dos siglos después de su muerte, los cuerpos difuntos, notablemente conservados, vuelven a ver la luz del día delatando que su muerte fue violenta. ¿Se trata de víctimas participantes en sacrificios rituales o de ajusticiamientos a criminales? Estrangulamientos, decapitaciones, hombres, mujeres y niños degollados y apuñalados...De momento no existe una respuesta única a este interrogante. Las pruebas científicas realizadas aseguran que la mayoría de los cuerpos datan de la segunda mitad de la Edad de Hierro, periodo que corresponde a la llegada de los romanos y su dominio en estas tierras. Remitiéndonos a las crónicas escritas por los historiadores Plinio y Tácito, encontramos ciertas respuestas que confirman las sospechas de los arqueólogos y científicos que realizan las investigaciones: los pueblos que habitaban el noroeste de Europa dos mil años atrás, tenían la creencia de que los dioses habitaban en los terrenos pantanosos y acostumbraban a ahogar a los criminales, desertores, traidores, e incluso, a los homosexuales. Al parecer, el objetivo de dichos actos, además del castigo y ajusticiamiento, era el de ofrecer a las divinidades los cuerpos y vidas de los castigados a modo de sacrificios. Sin embargo, otros autores antiguos como Osorio y Julio Cesar apuntaron que los humanos sacrificados eran ofrecidos a los pantanos sagrados tras ganar una batalla en señal de ofrenda al dios de la guerra.
A estos datos cabe aunar el trabajo realizado en las investigaciones científicas sobre las vísceras de algunos cuerpos que, curiosamente, se han conservado en buen estado. El análisis del contenido de sus estómagos ha confirmado que esas personas habían ingerido productos habituales en las ceremonias religiosas de la época, como polvo de muérdago y bayas, ambos conocidos por su importancia en las prácticas rituales de los druidas.
Otro elemento determinante para apoyar la teoría de los sacrificios se obtuvo durante las investigaciones realizadas por los especialistas del Museo Británico sobre el Hombre de Lindow, descubierto en Lindow Moss, cerca de la localidad inglesa de Manchester, en 1984. Había sido estrangulado y luego degollado con un cuchillo. En su estómago se encontraron frutos de muérdago, lo que indica claramente que la víctima fue partícipe de un sacrificio ritual celta.
En teoría de un arqueólogo danés, las momias corresponderían a personas que habrían sido ofrendadas a Nerthus, la diosa de la Tierra. El propio historiador Tácito escribió en sus crónicas Germania la descripción de un rito tribal en el que se obligaba a los esclavos a tirar de un carromato a campo traviesa con la imagen de la diosa Nerthus en él. "... después, el carro, los vestidos, y la divinidad misma son purificados en un lago secreto. Los esclavos encargados de celebrar el rito, son instantáneamente tragados por las aguas".

ENIGMAS POR RESOLVER
En el estudio de las momias de las turberas del noreste europeo, sólo se ha descubierto una pequeña parte de sus misterios. Uno de los innumerables detalles que aún permanecen por descubrir es que los cuerpos han aparecido casi siempre con una vara de abedul por encima suyo, o bien clavada en él a la altura del corazón. ¿Cuál era su fin?, ¿para que permaneciera en el fondo del pantano, o tal vez, como apuntan algunos especialistas, fuera para evitar que el cuerpo volviera a la vida?... La creencia más defendida por los expertos, considera que los antiguos habitantes suponían que de este modo impedían a los muertos que atormentaran a los vivos en forma de espectro o de vampiro, superstición que se ha mantenido hasta nuestros días. Es posible que muchas de esas personas fueran ajusticiadas y arrojadas al pantano cuando aún estaban vivas, hecho que parece confirmarse por las hinchazones en los puntos donde las ramas apretaban los miembros. En otros casos, aparecen mujeres con la cabeza medio afeitada o en su totalidad, acto que posiblemente fuese una señal de castigo infligido a las adúlteras. Como explicaba Tácito en uno de sus escritos... "en presencia de sus familiares, él (el marido) echa de casa a su mujer desnuda, con la cabeza afeitada...".
Otro de los enigmas acerca de estos cuerpos momificados lo ofrece el hombre de Tollund, posiblemente el más famoso de cuantos se han hallado en estos pantanos, sobre todo por su perfecta conservación. En muchas de las momias se puede apreciar un marcado trato de crueldad, en algunos casos extremos, hasta su muerte. Pero en esta ocasión es diferente. Su rostro, a pesar de haber sido ahorcado, no muestra sino un semblante relajado, tendido de lado, con los brazos y piernas flexionados en postura fetal, con la apacible actitud de un hombre que duerme. Según la teoría de algunos investigadores este caso sería distinto, tratándose de un individuo no criminal que fue sacrificado en honor a algunos deidad de los pantanos.
El hombre de Tollund fue encontrado con el rostro casi intacto, con expresión tranquila y sosegada, a pesar de haber sido colgado con un lazo de cuero trenzado que aún rodeaba su cuello. La barba, a medio recortar, apenas estaba deteriorada al igual que sucedía con un pequeño gorro de cuero que le cubría la cabeza. Según las investigaciones, vivió alrededor del 200 a. de C., medía unos 160 cm. y tendría entre 30 y 40 años al morir. Fue descubierto flotando en el agua en mayo de 1950 por dos obreros que trabajaban cortando carbón de turba en los alrededores de la ciudad danesa de Silkborg. Su primera reacción fue llamar a la policía, ya que el cadáver se conservaba en tan buen estado que pensaron que se trataba del cuerpo de un joven estudiante que había desaparecido durante una excursión, o tal vez de un asesinato cometido pocos días atrás. El cuerpo se salvó de casualidad, gracias a que uno de los primeros policías que inspeccionaron el cadáver era miembro de la junta directiva de un museo local, poniéndolo a buen recaudo. Más tarde, llegó a Copenhague, donde los científicos expertos no tardaron en averiguar que su edad rondaba los 2.000 años. Actualmente la momia está en el museo de Copenhague.

LA IGNORANCIA DEL PASADO
A pesar de que los cuerpos momificados han ido apareciendo a lo largo de los siglos, no se tenía consciencia de su antigüedad. Aún más, muchas momias fueron encontradas por aterrados campesinos que, o bien les daban cristiana sepultura, o las abandonaban esperando que los elementos o los animales acabaran con ellas. Otras momias, corriendo diferente suerte, eran utilizadas para obtener beneficios económicos tras su total destrucción. Así eran vendidas como "polvo de momia", asegurando que poseía cualidades medicinales y farmacéuticas, otorgando la cualidad de ofrecer larga vida, algo así como el "don de la eterna juventud".En un principio se pensó que se trataba de personas asesinadas o fallecidas víctimas de algún accidente, por lo que eran enterradas según consta en los registros de algunas iglesias. Posteriormente se reconoció que no eran difuntos contemporáneos, e incluso se relacionaron con personajes históricos, como sucedió en 1835, cuando un grupo de trabajadores daneses halló el cadáver casi intacto de una mujer en uno de los pantanos cercanos a la localidad de Jelling, antigua capital medieval danesa. Se creyó que el cuerpo pertenecía a la legendaria reina noruega Gunilde, viuda del rey Erik Blodoxe -siglo VIII-. Según rezaba la leyenda, el rey danés Harald Blotand la hizo venir a Dinamarca prometiendo casarse con ella. A su llegada, envió a los siervos para que la violaran y la ahogaran en un pantano. Como prueba de dicha teoría, se aportó el hecho de que la mujer encontrada llevaba un vestido precioso, y el pantano del que fue sacada se llamaba Gunnelmose, lo que se podría interpretar como pantano de Gunilde. El rey Federico VI, monarca en aquel entonces, decidió que el cadáver fuera sepultado en un sarcófago.
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX innumerables cadáveres momificados fueron apareciendo en los pantanos del noreste de Europa, sin encontrar una respuesta a tal fenómeno, bien por falta de interés o por falta de medios técnicos para desenmascarar el misterio. La opinión generalizada hasta aquel entonces era que los cuerpos eran bastante recientes, ya que seguían manteniendo cabellos, piel, masa muscular y en algunos casos, ropa. En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la situación cambió. Durante esos tiempo de escasez de carbón, se volvió a utilizar la turba que se encontraba en los pantanos de esa zona, saliendo de nuevo a la luz más cuerpos, como la mujer de Elling, el hombre de Tollund, la niña Wiendeby, y el Hombre de Lindow.

AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN
Fue a finales del siglo XIX cuando los investigadores comenzaron, afortunadamente, a interesarse por el origen y proceso físico sufrido por estos cuerpos momificados, cuyo hallazgo y posterior estudio está legando a la Humanidad un testamento sin igual sobre las gentes que vivieron en las postrimerías de la Edad de Hierro.Sus cuerpos fueron hallados en la mayoría de los casos desnudos. Por las ropas que se encontraron en su cercanía se ha podido saber que las mujeres vestían faldas tejidas o tiras de piel que les llegaban hasta las caderas, realizaban elaborados peinados y cuidaban sus manos y uñas. Por otro lado, los hombres usaban capas de piel, y en ocasiones, medias y calzado. Un dato a tener en cuenta es que no se han encontrado restos de sangre, lo que ha hecho suponer que eran desnudados antes del sacrificio.
Según el arqueólogo Christian Fischer, director del museo Silkeborg de Dinamarca, donde se encuentran algunas de las momias de los pantanos, hacia las décadas de los 50 y 60 los investigadores sólo podían determinar la antigüedad de una momia analizando los granos de polen de los sedimentos que la rodeaban. La aplicación de este sistema conducía inevitablemente a márgenes de error que podían traducirse en cientos de años. Sin embargo, hoy en día, con el descubrimiento de las nuevas y efectivas técnicas del carbono se pueden realizar evaluaciones bastante más aproximadas solamente con inspeccionar unos granos de tejido o de cabello, siempre y cuando la muestra no haya estado expuesta en lugares de contaminación ambiental.
Los avances de la investigación científica han ofrecido la posibilidad a la Paleontología y a la Paleopatología de descubrir las deficiencias físicas de dichos cuerpos, así como sus enfermedades y tipo de alimentación. También, y gracias a la Biología molecular, se espera poder conseguir una muestra de ADN, aunque existen dudas al respecto debido a que la acidez del carbón de turba parece que alteró casi todo el material genético. La esperanza es hallarlo en la médula de alguna pieza dental. Si esto se consiguiera, sería posible trazar, a través de las relaciones de parentesco, unos flujos de migración concretos.
Desafortunadamente, la situación presente en los turbales del noreste europeo ha cambiado. En la actualidad, el carbón de turba de los pantanos se está extinguiendo alarmantemente a consecuencia de su continuo y elevado consumo en los países de la zona.
Mientras tanto, sólo nos queda preservar el importante patrimonio que tiene la Humanidad en estos cuerpos momificados para, una vez averiguados sus misterios, poder saber algo más acerca de nuestro desconocido pasado.

LOS CASOS MÁS CURIOSOS
La Mujer de Huldremose. Fue descubierta en 1879 en uno de los pantanos de Jutlandia (Dinamarca) cubierta con una capa y una falda. En 1952 se dieron cuenta de qué provocó su muerte: tenía el brazo derecho amputado y tenía cortes en todos sus miembros, por lo que murió desangrada antes de ser arrojada al agua.El cuerpo de la niña de Windeby fue hallado en Schleswig-Holstein (Alemania) en 1952 en el fondo de una tumba en el turbal, con una rama de abedul en el hueco de su brazo derecho. Tenía media cabeza afeitada, lo que hizo pensar que había sido ejecutada por adulterio. Según los exámenes sólo tenía 13 años y los ojos vendados por una cinta con la que fue posiblemente estrangulada.
El Hombre de Gallagh se descubrió en 1821 en el condado de Galway, en Irlanda. Es una de las momias más antiguas del norte de Europa. Apareció cubierta con una capa de piel de ciervo atada al cuello mediante unas cañas utilizadas para estrangularle. Junto al cuerpo se hallaron unos postes que fueron utilizados para hundir el cuerpo en el agua.
Con el apodo de Franz el Pelirrojo se conoce en Alemania al Hombre de Neuversen. Vivió hacia el año 300 d. de C., y fue encontrado en 1900 en un pantano entre Holanda y Alemania.
La Mujer de Elling fue descubierta en 1938 donde 12 años después se dio con el hombre de Tollund. Vivió hace unos 2.100 años y murió aproximadamente a los 30 ahorcada con un cordón de cuero. Su cuerpo estaba envuelto en una capa de piel de becerro y sus piernas por otra de ternero. Su larga cabellera le llegaba hasta la cintura.
Otro caso es la momia del Hombre de Damendorf, descubierto en 1900 en Schleswig-Holstein, Alemania. Vivió hacia el año 200 d. de C. Sólo le quedaba la piel. Los huesos se disolvieron por la acidez del agua de la ciénaga.
A pesar de los signos de violencia, el Hombre de Grauballe murió envenenado. Le cortaron la garganta de oreja a oreja, le aplastaron el cráneo y le rompieron una tibia. Los expertos pudieron tomar sus huellas dactilares.

THOR

EL DIOS DEL TRUENO

Thor fue el dios nórdico del trueno. Quizás el más popular dios de la mitología nórdica. Poseía un martillo llamado Mjolnir (el destructor), hecho por los enanos de las cavernas subterráneas, con el que dominaba el trueno, y cada vez que lo lanzaba para desatar su poderoso golpe volvía a su mano como un boomerang; además tambien tenía un cinturón mágico Megingiord que duplicaba su fuerza, que cabe resaltar siempre se caracterizó por ser grandísima. Se le conocía por tener una figura corpulenta y grande, con cabello y barbas pelirrojas, ojos rojos, cuyo don no era precisamente la inteligencia, pero siempre dispuesto a ayudar a sus amigos desinteresadamente. Su misión era mantener a salvo y en orden el mundo de los dioses y de los humanos, combatiendo a los gigantes y a la gran serpiente del caos Jörmungand.

Al igual que Hércules, Thor tiene un repertorio de aventuras, una de las cuáles sucedió cuando le robaron su preciado Mjoldnir. Todo sucedió un día que Thor se encontraba buscando su poderoso martillo en vano, por lo que pidió ayuda al astuto dios Loki. Éste consciente del paradero del martillo tomó la forma de un halcón y visitó al rey de los Tursos, llamado Thrym, el ruidoso. Éste le confió que el tenía el poderoso martillo pero que lo tenía bien resguardado y que no lo devolvería por nada hasta que tuviera en su lecho a Freya, diosa de la belleza y el amor, lógicamente Freya no aceptó casarse con Thrym. Otro dios, Heimdal, al enterarse del problema tuvo una idea: enviar a Thor con las ropas de Freya, para poder recuperar el poderoso martillo. Al principio Thor se negó rotundamente, sin embargo, terminaron convenciéndolo. Fue así como Thor disfrazado de Freya y Loki disfrazado de su dama de compañía fueron al encuentro de Thrym.

Una vez fueron recibidos en la corte de Thrym, éste tan feliz por haber conseguido a la supuesta Freya, decidió organizar un banquete, en el que Thor empezó a devorar todo lo que se le ponía en frente, disfrutando de un buey entero, salmones e hidromiel que corría sin detenerse por su garganta, lo cual despertó la confianza del gigante. Loki, astuto y rápido de palabra, replicó que el apetito de Freya era grande a causa de la intensa emoción que sentía por haber venido a su presencia. lo cual apaciguó la desconfianza del gigante. Llegó el momento durante el festín, que Thrym quiso darle un beso a Freya, y le pidió que se descubriera el velo, a lo que Thor, con un poderoso brillo de sus ojos casi tumbó la inmensa mole del gigante, a lo que Loki añadió que el brillo de sus ojos era debido a la felicidad que sentía. Fue entonces que Thrym anunció "Que el martillo de Thor selle este compromiso!!", sacando el martillo al alcance de Thor. Cuando estuvo a cierta distancia, Thor se lo arrebató de golpe, y en aquel momento se despojó de sus ropas y, ante el espanto de Thrym y de los gigantes, apareció en la temida forma de dios del trueno. La sala pareció hundirse en truenos y el aire incendiarse con relámpagos. En el tope de la furia de Thor, Thrym con el rostro horrorizado, pidió disculpas y quiso salir impune, más Thor no prestó oídos a sus súplicas y ahí mismo le dio muerte así como a todos los demás gigantes.
Thor era muy apreciado por los pescadores y granjeros y en general por el pueblo del norte, era común que la gente usara amuletos con la figura del martillo para la protección. Thor era señor de las tormentas y el que daba los truenos y las lluvias. Se dice que surcaba los cielos en un carruaje jalado por dos chivos, el cual hacía tronar los relámpagos a su paso. El nombre en inglés del día Jueves debe su origen a ser dedicado a Thor (Thursday, Thor's Day). En el último esplendor de los dioses, la terrible batalla final entre los dioses del walhalla y los gigantes lidereados por Loki, Thor finalmente dio muerte a la horrible serpiente Jörmungand, pero esta en un último movimiento inyectó su poderoso veneno en él, y Thor murió en el instante.

sábado, 5 de enero de 2008

EL MAGO DE TERRAMAR


La trama es básicamente la siguiente: Gavilán es un muchacho de la isla de Gont, en el mundo de Terramar. Desde niño queda claro que es un hechicero nato, tras salvar a su aldea de una invasión de kargos a la isla. Tras esta demostración de poder, es recogido por un sabio Mago, llamado Ogion, quien le da su nombre verdadero - Ged - y lo instruye en runas antiguas y otros conocimientos. Sin embargo, cierto día Ged acepta un desafío y va más allá de lo que puede controlar, siendo apenas salvado por Ogion, quien, percatándose de la ambición del muchacho, le da a escoger entre quedarse con él o ir a Roke, la isla de los Magos.
Habiendo elegido esta última opción, Ged llega a Roke, luego de un largo viaje desde el Puerto de Gont,donde es recibido por el Archimago Nemmerle, y donde aprende muchas nuevas cosas, la más importante de las cuales es que la magia no se hace a la ligera, sino que se hace cuidando de mantener algo que rige el mundo de Terramar: el Equilibrio.
Allí se hace amigos como Algarrobo, un alumno tres años mayor que él, pero también se hace enemigos, uno de los cuales, llamado Jaspe, lo desafía - quedando así en claro que el punto débil de Ged es su orgullo - a un duelo de invocaciones. Ged invoca al espíritu de Elfarran, una princesa de los años ya idos, pero sin quererlo abre una brecha entre el mundo de los vivos y los muertos, e invoca a otra cosa también, una sombra que salta de su espacio al de Terramar. Esto le cuesta a Ged una terrible cicatriz en la mejilla izquierda, y quedar inconsciente durante mucho tiempo. Cuando despierta, descubre que el Archimago murió cerrando esa brecha, y hay un nuevo Archimago en Roke, Gensher de Way.
Tras concluir sus estudios, el nuevo Archimago le da la opción de irse como hechicero a una pequeña isla que está siendo asolada por un dragón. Ged acepta gustoso, y se asienta en la isla, haciéndose amigo de un aldeano ordinario, lo que le devuelve cierta tranquilidad. Pero un día el hijo del aldeano enferma de gravedad, y aunque Ged intenta salvarlo, atravesando el muro que divide el mundo de los vivos del de los muertos, no puede conseguirlo porque se encuentra con la sombra, y el mismo Ged apenas consigue sobrevivir, siendo salvado por su mascota, un otak.
Amargado por esta experiencia, decide cumplir con su tarea original, y enfrenta al dragón, haciéndolo jurar que no atacará las islas, atándolo con un juramento sobre su nombre, pues no hay peor cosa en Terramar que el que un hechicero sepa tu verdadero nombre, ya que puede hacer contigo lo que quiera. Pero antes de eso, el dragón tienta a Ged, diciéndole que él puede decirle el nombre de aquello que dejó escapar. Ged duda por un momento, pero finalmente se sobrepone.
Así, trata de regresar a Roke, pero se encuentra con que Roke, que está protegida por vientos mágicos, no lo acepta, y debe buscar otro lugar. En el barco que toma, conoce a un mercader que le sugiere ir al norte, a Osskil, donde se encuentra La Corte Del Terrenón. A Ged se le hace raro todo esto, pero acechado por la sombra decide ir, sólo para darse cuenta de que ha caído en una trampa, pues la sombra se había apoderado del cuerpo del marinero que lo guiaba, y trata de apoderarse del cuerpo y los poderes de Ged. Con mucha dificultad, Ged consigue salvarse gracias a la intervención de una joven que había conocido en Gont - la misma que lo había desafiado por primera vez -, quien de nueva cuenta lo incita a usar su poder, esta vez para conseguir que la piedra que habla, el Terrenón, le diga el nombre de la sombra, y así pueda Ged controlarla. Pero Ged, que poco a poco va comprendiendo las cosas, decide que la piedra no le podrá decir lo que él quiere, y ante la furia del marido de la joven, quien era un hechicero perverso, escapa bajo la forma de un halcón, aunque la joven muere a manos de criaturas invocadas por la piedra, sobrevolando muchas leguas hasta llegar de nuevo a Re Albi, en Gont, el hogar de su antiguo maestro Ogion.
Ogion lo recibe, y aunque al principio no lo reconoce bajo la forma de halcón, consigue recordar el nombre de Ged, y al llamarlo por su nombre, recobra su forma humana. Tras pasar muchos días en recuperación, Ged comprende que nunca debió dejar Gont, pero ahora también entiende que debe encargarse de la sombra, y no solamente huir de ella. Ogion le da una nueva vara de hechicero, y su bendición, y así Ged se lanza a la caza de la sombra.
Sin embargo, su cacería es fallida. De hecho, Ged termina naufragando en unas islas muy lejanas, cerca de las Tierras de Kargad, llamadas Las Manos, y es salvado por una pareja de ancianos de origen kargo que ni siquiera saben hablar. Como puede, Ged les agradece las atenciones. Pero antes de irse, la anciana le hace un obsequio: la mitad de una especie de medallón. Ged lo recibe como si fuera cualquier cosa; posteriormente esta mitad de medallón lo llevará a la búsqueda del Anillo de Erreth-Akbé, en Las tumbas de Atuan.
Así, navegando en su barca llega al confín austral de Terramar, donde vive un viejo amigo suyo de Roke, Algarrobo, quien lo recibe y le cuenta que ha visto a la sombra, pero que él había pensado que se trataba del mismo Ged. Esto deja pensativo a Ged, quien se queda un tiempo con su amigo, y finalmente decide hacerse nuevamente a la mar. Esta vez, Algarrobo lo acompaña, y navegan más allá del confín austral, hasta que llegan a una tierra desconocida, con una playa invisible, donde Ged se enfrenta una vez más a la sombra. Pero esta vez, Ged se acerca, y dice el nombre de la sombra: "Ged". Y se funde con ella como si fuera un abrazo.
Algarrobo recoge el cuerpo de Ged, y lo sube a la barca, de regreso a las islas de Terramar. Cuando Ged despierta, Algarrobo teme que la sombra se haya apoderado de su amigo, pero al ver su mirada, comprende que se trata de Ged, quien llora liberado de una gran carga.
Los detalles de la trama y/o del argumento terminan aquí.

Análisis
Las historias de Terramar, y en general todas las novelas de Le Guin, tienen algo en común: hablan de las debilidades de las personas, y de la maduración que implica el superarlas. Ged es sólo un muchacho cuando llega a Roke, pero ya tiene un gran poder entre las manos. Sin embargo, también es impetuoso, y tal vez demasiado orgulloso, y son estos dos defectos los que terminan costándole la terrible cicatriz, que es una excelente forma de reflejar las marcas que dejan en nosotros las dificultades que hemos sorteado.
Pero aparte de ser un libro que cuenta la manera en que Ged madura, nos habla sobre algo muy importante: el equilibrio de las cosas en el mundo. Cuando Ged quiere abusar de su poder para invocar a un espíritu, no sabe (o sabe, pero en su orgullo lo ignora) que esta acción tiene una repercusión. Es algo muy "kármico", y no es para menos: Úrsula Le Guin es taoísta, y mantiene su congruencia sobre las reglas del mundo, que son las mismas que las del individuo, y del todo. La sustancia de las cosas es siempre la misma. La llegada de la sombra no es sino el reflejo del abuso del poder, no solo de Ged sino de todos aquellos que lo tienen sin estar plenamente conscientes de sus implicaciones. Quizás nadie lo está. Ged mismo, a lo largo del libro, nunca lo está del todo, pero al menos comienza a ver algo: por muy sabio que sea, no lo puede saber todo. Por eso se niega a hablarle a la piedra del Terrenón, porque sabe que cualquier cosa que le diga será a cambio de algo, y que para vencer a la sombra debe buscar dentro de sí mismo. Por eso, al final, Ged se funde en la playa invisible con la sombra, su sombra.

viernes, 4 de enero de 2008

LA CIENCIA DE LAS CIENCIAS

HASTA hace relativamente poco tiempo la filosofía tenía como uno de sus objetivos construir una imagen coherente del mundo, una suma de las ciencias en un conocimiento general que las abarcara. Pero se estableció una carrera desigual, como la de Aquiles y la tortuga, en la que el conocimiento científico se hizo demasiado vasto y la filosofía encontró excesiva la tarea de coordinarlo, por lo que se retiró de la frontera, refugiándose en temas cada vez más estrechos. Lo que empezó a quedar fue el especialista científico que sabía cada vez más y más de menos y menos, o el especulador filosófico que sabía cada vez menos y menos de más y más. Los hechos remplazaron a la comprensión y el conocimiento explotó en fragmentos que no podían generar sabiduría, por lo que hubimos de contentarnos, en el mejor de los casos, con la erudición. La brecha entre la vida y el conocimiento se hizo cada vez más honda, de tal manera que enmedio de un aprendizaje inmenso floreció la ignorancia.
Estas inquietantes ideas fueron expresadas en 1952 por Will Durant en el prefacio a la segunda edición de su Historia de la filosofía. Probablemente pocos filósofos y científicos se adhieran a ellas hoy. Sin embargo, es probablemente cierto que la filosofía como la practicaban Platón, Spinoza, Kant o Nietzsche tenga menos posibilidades de desarrollarse ahora que antaño. La filosofía académica de las universidades es una actividad cada vez menos unificada y más especializada, sin que por ello carezca de interés. Muchos de los filósofos se dedican a comentar a los clásicos o a otros pensadores; algunos más son epistemólogos o filósofos de la ciencia y se abocan a analizar los métodos y las teorías de la ciencia desde un punto de vista lógico y conceptual. Muchos batallan con el lenguaje, su estructura, su pertinencia para abordar problemas del conocimiento, sean sociales, éticos o científicos. La mayoría milita en facciones que se ven con recelo: hay filósofos analíticos, materialistas dialécticos, fenomenólogos, estructuralistas, deconstruccionistas. Los ontólogos y metafísicos, aquéllos que tratan de abordar la esencia de las cosas, el ser mismo, son cada vez menos. Varios se avergüenzan del pasado especulativo y se acercan a los científicos, a las computadoras o tratan de poner en lenguaje matemático las proposiciones. Estas empresas son intelectualmente fascinantes y tienen un lugar indudable en el mundo del conocimiento. Sin embargo, cabe preguntarse si quedará algún lugar para aquella filosofía entendida como "el amor al conocimiento" y que es, como es bien sabido, la etimología de la palabra. Yo creo que ese lugar no sólo debe preservarse sino ampliarse, entre otras razones porque puede llegar a desempeñar un papel central en la posible integración de la ciencia con las artes y la sabiduría.
La disyuntiva entre la filosofía académica actual y el antiguo amor a la sabiduría consiste sencillamente en el dominio del conocimiento que cultivan. La filosofía académica se aboca a problemas concretos con una metodología lógica y argumentativa cada vez más rigurosa. Tiene, quizás, menos que ver con las cuestiones que preocupaban a los grandes filósofos del ser, la esencia, el cómo vivir, en qué creer y por qué. Más que pretender erigir un sistema explicativo, lógico y crítico general se aboca al análisis de parcelas o de problemas teóricos muy puntuales y casi empíricos, como el significado, la creencia o el libre albedrío. Algunos consideran que los problemas metafísicos clásicos son estériles, ininteligibles o bien que no se pueden abordar con la herramienta fundamental del filósofo, es decir, con el lenguaje de la lógica. Uno de los grandes filósofos de este siglo es en buena parte responsable de esto, el austriaco-inglés Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Y sin embargo, este hombre era, a todas luces, un filósofo a la vieja usanza, un buscador de la verdad dotado de una mente lúcida y penetrante. No es un pensador fácil de entender y existen varias interpretaciones de lo que dijo. Lo que demostró sin duda alguna es la limitación del lenguaje para referirse a cuestiones metafísicas, pero no por ello consideró que las cuestiones mismas debieran ser arrojadas por la borda, ya que en toda su obra se transparenta la noción de que existen diversos modos de entender y de conocer, y de ellos sólo algunos son formas de pensamiento que puedan ser expresables en lenguaje. Es así que, a pesar de las críticas externas y de la división interna de la filosofía académica moderna, el amor a la sabiduría ha dado grandes frutos en nuestro siglo. Hemos mencionado a Wittgenstein. Podríamos agregar a varios más: Bertrand Russell, Alfred Whitehead, Miguel de Unamuno, Paul Tillich, Martin Heidegger y Teilhard de Chardin.
También han florecido grandes escuelas del pensamiento. Por ejemplo, los grandes físicos que revolucionaron la ciencia en los años veinte incursionaron en la metafísica y enriquecieron, al relativizarlas, las nociones de espacio, tiempo y materia. Otra escuela de gran trascendencia sapiencial es el existencialismo y tiene poco que ver con la imagen que se popularizó a mediados de siglo de intelectuales lánguidos y desesperanzados oyendo cantar a Edith Piaf. El valor de vivir en un mundo incierto, el énfasis en la esencia del hombre como un devenir en ese mundo, como un existir, la duda permanente y sistemática, el valor absoluto de cada ser humano, el ser como esencia y la fenomenología como método de conocimiento, han sido nociones de enorme importancia no sólo intelectual sino vital para muchos de nosotros. De hecho, varios de los filósofos llamados existencialistas merecerían el título de sabios.
Uno de ellos, el pensador alemán Karl Jaspers (1883-1969), es un ejemplo del filósofo amante de la verdad y buscador incansable de la sabiduría. Jaspers nos ha enseñado cómo cualquier persona puede adquirir la verdad filosófica mediante la reflexión metódica y el compromiso vital. "Ser filósofo", puntualizaba aún antes y en el mismo sentido Henry David Thoreau, "no es simplemente tener pensamientos sutiles, ni fundar una escuela, sino amar la sabiduría tanto como vivir, de acuerdo con sus dictados, una vida de simplicidad, independencia, magnanimidad y confianza".
El cultivo de la sabiduría es, entonces, un mundo distinto de la filosofía académica, si bien algunos de sus miembros, junto con muchos otros seres humanos, puedan desarrollarla. Las características de esa filosofía son, según Jaspers, el tratar de ver la realidad en sí misma mediante la reflexión profunda y el diálogo con uno mismo, abrirnos a la vastedad que nos circunda y osar comunicarla en espíritu de la verdad, mantener despierta la razón, con paciencia y sin cesar, incluso ante lo más extraño. La filosofía es aquella autorreflexión mediante la cual el ser humano llega a ser él mismo al hacerse partícipe de la realidad. Son estos conceptos asombrosos que sacuden nuestro ser por su coraje y esperanza.
La filosofía concebida como amor a la sabiduría sigue siendo un faro de luz que nos orienta al iluminar las oscuras y turbulentas aguas que surcamos.

EL DIÁLOGO CORDIAL
Hacia 1968, cuando empezaba a hacer investigación experimental, una llamada distinta de la ciencia me embelesaba de lejos: la de la filosofía. Era una voz más prometedora aún que hablaba de conocimientos más profundos y certeros, de una forma de vida, de un potencial indefinido.
Una vez tomé una decisión precipitada. Salí de mi laboratorio en la UNAM y me dirigí a la Facultad de Filosofía y Letras con pasos firmes. Al llegar pregunté a un alumno aparentemente enterado quién era el mejor maestro de filosofía. Me preguntó, un tanto divertido, que de cuál materia, y después de un momento de duda le dije "de metafísica", porque suponía que era la esencia misma de la filosofía. Me respondió rápidamente con un nombre: Eduardo Nicol. Me cercioré de los horarios de sus clases y me metí a escuchar alguna. Un hombre menudo, impecablemente vestido, disertó una hora sobre el ser, escribiendo en griego y de memoria a Platón. Poco entendí, pero su actitud me parecía inequívoca: se trataba de un filósofo, de un explorador de la verdad.
La inquietud fue madurando en un proyecto: tomaría a la filosofía como una compañera de camino. De esta suerte empecé a cultivar algo de filosofía de la ciencia y a la larga me volví a encontrar con Nicol a través de su obra. Me sorprendí de la magnitud y profundidad de su labor. Me parecía un metafísico notable y, más aún, un pensador con el que me identificaba y que proporcionaba argumentos sólidos para sustentar mi propio trabajo, en particular sobre la relación entre la conducta, la biología y la mente.
A mediados de 1990 le hablé por teléfono con la excusa de pedirle su opinión sobre un manuscrito al respecto. Con inmensa amabilidad y a pesar de estar notoriamente débil me recibió varias veces en su casa. Charlamos interminablemente en un diálogo cordial que me abrió una vez más el panorama de la filosofía hacia horizontes eternamente cambiantes. Tuve el placer de llevarlos a él y a su esposa a la emotiva ceremonia con la que la UNAM y su rector rindieron homenaje a los académicos de la emigración española, de los cuales era Nicol el decano, y por lo que hubo de pronunciar el discurso de aceptación. La formalidad del acto no impidió que se nos llenaran los ojos de lágrimas a muchos cuando Nicol dijo: "somos mexicanos nacidos en 1939." Al final lo abracé enternecido. Poco después se desmayaba con un corazón agitado de impresiones. Hubo necesidad de llevado al Hospital de Cardiología y salió con bien ya que, según él mismo bromeó, tenía un buen corazón en los dos sentidos del término. Pero desafortunadamente le quedaba poco por andar a ese corazón.
Nacido en Cataluña en 1907, Eduardo Nicol se nos fue el 6 de mayo de 1991. En su vida y en su obra fue un heredero cabal de los filósofos griegos y como ellos cultivó fundamentalmente el logos. Alguna vez le pregunté ingenuamente qué significaba el logos, su respuesta fue inesperada: "la voz." La voz... Es decir, la palabra y la razón que la engendra, la voz que manifiesta, además del pensamiento, la individualidad y la emoción; la voz que constituye la expresión humana en todas sus modalidades: arte, filosofía, ciencia, poesía. Para Nicol la voz del hombre se expresa simbólicamente y el símbolo es el material que une a quien lo expresa y a quien lo recibe en ese diálogo que constituye la esencia de la comunidad humana. El símbolo, entonces, es vínculo, y el vínculo cultura. Es así que el hombre es el ser de la expresión, un ser cuya insuficiencia se compensa mediante el vínculo del diálogo (logos de dos). La ciencia es uno de esos diálogos ya que se basa en la intersubjetividad. La verdad que descubre la ciencia es objetiva porque es intersubjetiva. Es así que expresar para ser es la vocación más humana.
El ser de los metafísicos no es entonces para Nicol una esencia misteriosa y oculta, sino una expresión manifiesta: está a la vista a través de la voz, del logos. El hombre expresa su ser y al hacerlo lo transforma. Así, el ser no es eterno e inmutable; por el contrario, es cambiante, metabólico y proteico. En una palabra es histórico y es real, aunque no por eso pierde su misterio. La metafísica, como ciencia del ser, es ciencia del devenir ya que hablar del ser es hablar del tiempo. La reflexión filosófica, o sea la autoconciencia, es una conciencia histórica. El pasado queda así interiorizado y con ello el ser cambia y se enriquece.
La clave del cambio está en la gestación del acto, con lo cual el ser humano se crea a sí mismo a partir de lo que le es dado: su biología y su cultura. Tal creación es efecto y potencia de la libertad. La metafísica vuelve a tomar en Nicol su función fundamentadora y de principios generales. Es la ciencia de las ciencias. Estas son ideas fundamentales para la renovación de la fenomenología y de la dialéctica que edificara Nicol con su amplia obra.
Para el mediterráneo Nicol, el filósofo es un indagador de la verdad, que tiene, además, el compromiso de expresarla. Pero la verdad del hombre no es una idea de tesis, una simple teoría, sino una verdad existencial en la que se manifiesta la vida misma, la realidad de verdad. De esta manera la filosofía es vocación de la vida y tiene el cometido de transformar al mundo formando al individuo. Para esto se requiere que razón y emoción estén vinculados como lo están el entendimiento y el sentimiento en las primeras expresiones líricas del mundo. La filosofía, lo mismo que el arte y la ciencia, es una forma de ser. La autenticidad se alcanza con el própoito, en la fidelidad a la verdad y la recta dirección de la palabra. Es así que la filosofía logra alterar a fondo la existencia humana: pensar el ser es cambiar el mundo, notable tesis en la que se funden lo individual y lo social. La meditación profunda nos transforma y al expresarnos desde ese centro cambiamos la historia.
Es así que con el mexicano Nicol me encuentro cara a cara con aquella intuición de una filosofía que me embelesaba de estudiante con grandes promesas. A mi entender Nicol está emparentado directamente y gracias a 2500 años de cultura mediterránea, con uno de los primeros y más inquietantes filósofos de la humanidad, con Heráclito de Efeso, el del logos original, para quien el proceso cósmico era análogo al poder de la razón humana y cuya manifestación es la unión de los contrarios.
El verdadero maestro, decía el catalán Nicol, no es aquel cuyas ideas vamos a retener o con quien venimos a coincidir. Maestro es quien nos obliga a detenernos en su obra reflexivamente y luego nos impulsa. Le guardamos fidelidad en la medida en que el impulso nos separa de él. El movimiento es el de la gestación y no el de la conclusión. Muchos de nosotros hemos de agradecer ahora y en el futuro el impulso de Eduardo Nicol.
Por mi parte, además, mantengo con él un diálogo cordial, un amoroso logos de dos.

LA DUDOSA FE Y EL SABER CERTERO
Paul Tillich (1886-1965), uno de los teólogos cristianos más destacados del siglo, estudió en la misma Facultad de Teología de la Universidad de Königsberg, donde enseñara Kant, y en la Universidad de Halle. La libertad de pensamiento de estas venerables instituciones dejaría en él una huella permanente que lo llevó a rechazar toda rigidez en el luteranismo sin renunciar a sus fundamentos cristianos. Consecuente con esa huella, Tillich fue el primer académico alemán no judío cesado por sus críticas a Hitler y al movimiento nazi. Emigró a Estados Unidos donde fue profesor de teología en las universidades de Harvard y Chicago.
Tillich era un teólogo revolucionario: rechazaba la idea de un dios antropomórfico y personal, dudaba de la posibilidad de analizar lógicamente la misión espiritual del ser humano y reformuló la fe en términos que interesan a todos, científicos, agnósticos y ateos incluidos. Dos de sus libros trascendieron el ámbito religioso y fueron ampliamente comentados: El valor de ser (1952) y La dinámica de la fe (1957). Comento algunas ideas del segundo libro que sacuden las formidables barreras que han separado tradicionalmente a la religión y a la ciencia, entendidas ambas como actividades humanas y no como instituciones.
Lejos de ser una creencia justificada por la autoridad o la tradición, para Tillich la fe es un estado de preocupación fundamental sobre las cuestiones que interesan centralmente al ser humano. Tal preocupación, una vez adquirida, produce una demanda de tal magnitud que en ella se centra la personalidad toda —emoción, pensamiento y voluntad— en un acto deliberado. De esta forma la fe se desarrolla en un terreno de libertad personal que trasciende lo consciente y racional para emerger de lo trascendente que hay en el ser humano, de aquello que sobrepasa su experiencia. La pasión infinita con la que antaño se describía a la fe se convierte en una pasión por el infinito y se vuelve a la vez objetiva (aquello en lo que se tiene fe) y subjetiva (el acto central de estar fundamentalmente preocupado). Esta simultaneidad implica que al experimentar lo fundamental se rompe la barrera entre sujeto y objeto y que aquello que preocupa centralmente al ser humano se torna sagrado. Lo sagrado tiene un carácter ambiguo e incierto y aceptarlo constituye un acto de valentía. Lo sagrado se reafirma como el "misterio fascinante y terrible", según lo habría definido Rudolph Otto.
El valor de vivir consiste, entonces, en asumir la incertidumbre de la existencia, la incapacidad de encontrar respuestas finales que satisfagan plenamente nuestra búsqueda. En pocas palabras: la duda está implícita en la preocupación fundamental, en la fe.
En vista de esto y como la fe no admite autoridad final en las cuestiones fundamentales, resulta que los creyentes de las diversas iglesias que se contentan, sin cuestionarlas, con un conjunto de creencias inamovibles, son las personas que tienen menos fe, en tanto que muchos científicos, artistas o filósofos ateos o agnósticos, en su búsqueda de verdades trascendentales, han demostrado reiteradamente que tienen una fe intensa. Más aún, la fe no afirma ni niega nuestro conocimiento empírico y científico, el cual proporciona certezas más o menos sólidas sobre el mundo, engendra dudas lógicas y pone a prueba hipótesis y teorías. La fe produce certezas y nuevas dudas de índole vivencial y existencial que no versan sobre hechos o conclusiones. La duda de la fe tampoco es la del escéptico y que suele conducir al cinismo, a la desesperación o a la indiferencia. La duda de la fe es la que se percata de la incertidumbre de todo problema fundamental. Es, quizás, comparable a la actitud socrática de negar toda certeza final y de mantener toda cuestión abierta a nuevas evidencias sin importar su naturaleza. Esta incertidumbre sobre cuestiones centrales, como la existencia o naturaleza de Dios, la inmortalidad del alma, el significado de la vida, es lo que Miguel de Unamuno denominó el sentimiento trágico de la vida. Es así que no hay conflicto entre razón y fe; por el contrario, la razón proporciona herramientas para entender y manipular la realidad, en tanto que la fe da la dirección en la que los conocimientos deben ser usados.
Ahora bien, la fe se expresa en un medio social, en una comunidad donde adquiere el lenguaje que le es particular: el lenguaje del símbolo y del mito. El símbolo es aquel signo que, a diferencia de otros, participa directamente en aquello que apunta, como la bandera que participa de la dignidad de la nación que simboliza. El símbolo y el mito, como bien lo ha expresado Joseph Campbell, tienen una función de capital importancia: nos abren niveles de realidad nuevos, dimensiones inexploradas de nosotros mismos y señalan los temas esenciales. El símbolo no se puede producir conscientemente: nace, crece y muere en las culturas engendrado por la información en la que están inmersas. De esta manera Dios es un símbolo de la fe, como lo son los fundadores de las religiones y los santos que representan lo que es en realidad o lo que puede llegar a ser la criatura humana. En este contexto el sacramento toma un nuevo significado: en un punto concreto de la realidad y mediante un acto simbólico, la fe avizora el significado último de toda realidad.
Con estas poderosas premisas el conflicto entre ciencia y fe adquiere una nueva faz: aparece como un conflicto en el que ninguna de ambas actividades había tomado su lugar y dimensión de validez. Es así que los representantes de la Iglesia confundieron los símbolos ancestrales de la fe con la astronomía de Ptolomeo y reprimieron indebidamente a Galileo. De la misma manera los representantes de hoy confrontan estérilmente la letra bíblica con las hipótesis evolutivas. Asimismo, en el otro sentido, los descubrimientos de la ciencia no pueden apuntalar ni negar la fe; su dimensión de significado y su ámbito de conocimiento son otros. Por ejemplo, una demostración histórica de que Lao-Tsé, Cristo, Buda, Moisés o Mahoma no existieron, no implicaría cambio alguno en la fe concebida de esta manera.
Menos clara es, sin embargo, la distinción entre la verdad filosófica y la verdad de la fe, en particular cuando se habla de la filosofía en su acepción práctica de amor a la sabiduría. Si bien la filosofía utiliza argumentos y la fe símbolos, existe una clara intersección entre ambas actividades, terreno que Karl Jaspers denominó la fe filosófica y que Aldous Huxley concibió como la filosofía perenne: el área de convergencia y de intersección entre los sabios y los místicos de todas las épocas y culturas.
Hoy en día el ser humano se encuentra en un estado de enajenación de su propia naturaleza: su razón y su fe no son lo que debieran ser y se encuentran en conflicto. Para resolver tal enajenación es necesaria una revelación, entendida como una experiencia de preocupación fundamental y la única conversión posible es la de aquel que adquiere la preocupación y, con ello, la salud espiritual.
La vida de la fe conduce a la integración de la personalidad, es una vida de concentración en lo más trascendental de la existencia y en consecuencia es la fuerza que aglutina al pensamiento, la emoción y la voluntad.

LA EXPLORACIÓN ESPIRITUAL
La tajante separación entre ciencia y religión data de los inicios de la cultura europea del siglo XIII. Hasta ese momento la teología acomodaba, a veces con dificultades, la especulación filosófica y la práctica religiosa. Sin embargo, desde sus inicios, la filosofía natural surgió como una alternativa de explicación para los fenómenos de la naturaleza, con lo cual se instauró un doble estándar del conocimiento: las verdades accesibles por la razón y las verdades accesibles por la revelación. El doble estándar no siempre fue exitoso, en particular en las aciagas épocas de la Inquisición, cuando el celo de exclusividad cobró víctimas heroicas de entre las filas de los primeros científicos, como Miguel Servet. La relación entre ciencia y religión se hizo aún más tirante en los siglos siguientes, excepto, quizás, en el barroco, cuando Descartes, Spinoza o Leibniz hicieron un intento extraordinario de hacerlas compatibles a la luz de una especie de racionalismo místico que tuvo gran trascendencia filosófica pero que no logró reunir religión y ciencia. Es así que para finales del siglo pasado el divorcio era absoluto y continuaría, con algunas notorias excepciones, hasta la actualidad.
Algunas de estas excepciones, en particular varios de los mayores físicos de nuestra época, merecen algún comentario. Max Planck, por ejemplo, consideraba que la creencia en un Dios se veía respaldada por el hallazgo de que las partículas elementales se comportan de acuerdo con un conjunto de leyes fundamentales de la materia. Por su parte, Albert Einstein no veía conflicto entre la ciencia que busca lo que es y la religión que permite la evaluación del pensamiento y la conducta humanas. Einstein tenía una religiosidad cósmica según la cual el ser humano se asombra ante el orden del mundo y experimenta su existencia como una prisión que le impide participar de la significación total de ese mundo. Tal religiosidad se expresaría particularmente en el budismo, en San Francisco de Asís y en Spinoza.
Ciertamente Baruch Spinoza (1632-1677) propuso una imagen del cosmos particularmente compatible con una ciencia y una religiosidad abiertas e inquisitivas. La clave de esa imagen es la inmanencia de lo divino en el mundo. No se trata de un panteísmo grosero según el cual todo lo que existe es divino, sino de un mundo esencialmente complejo y múltiple que puede ser considerado como materia y como espíritu indistintamente. La propuesta contiene, entre otras cosas, una solución posible al problema mente-cuerpo, ya que el proceso corporal es físico y psíquico a la vez: el cuerpo vivo y en acción no es sólo materia ni sólo mente, es cuerpo-mente, una tesis desarrollada por el filósofo fenomenólogo y existencialista francés Maurice Merleau-Ponty. La materia, como diría el también espinoziano Teilhard de Chardin, está cargada de espíritu y la realidad última del mundo es ambigua y misteriosa.
Teilhard de Chardin (1881-1955) merece un comentario especial en el contexto de este libro y de este capítulo, ya que se trata de un hombre de ciencia, de un religioso y de un pensador que intentó amalgamar sus dispares intereses en una obra de gran aliento. Teilhard hizo importantes aportaciones geológicas y paleontológicas, en particular el descubrimiento del llamado "hombre de Pekín", la creación de la geobiología como una síntesis de la paleontología y la geografía, así como una larga labor sobre la ortogénesis, es decir, la convergencia evolutiva en particular del fenómeno de encefalización y evolución de la mente, a los cuales reunió en el concepto de noogénesis. Teilhard, convencido evolucionista, propuso en El fenómeno humano que la evolución tiene una direccionalidad: el incremento de la conciencia sobre la Tierra, desde un caldo de materia primordial (el alfa) hasta un punto de convergencia final, el punto omega, que simbólicamente corresponde a la segunda venida de Cristo. En forma similar a Spinoza, que fuera condenado tanto por teólogos judíos como cristianos, la obra de Teilhard fue objeto de prohibición y de ataques del Vaticano, y no se pudo publicar sino hasta después de su muerte.
Pero éstas son personalidades de alguna manera tangenciales al conflicto ciencia-religión y que, a pesar del interés y valor de su vida y obra, no lo han evitado ni abolido. En los tiempos que corren parecería que la religión flota en un vacío. Por un lado están los creyentes que niegan o desdeñan el valor de todas las enseñanzas ajenas al afirmar la absoluta e incuestionable verdad de la propia tradición. Para la mayoría de estos creyentes la ciencia constituye una amenaza que descartan con argumentos cada vez más endebles. Con todo ello su credo se aísla y anquilosa progresivamente. En el extremo opuesto está un número creciente de personas, entre las que se encuentra la gran mayoría de los científicos, que consideran a la religión como un vestigio irracional del pasado, lo cual comprueban precisamente con las actitudes caprichosas y hostiles de los creyentes. En último término aquéllos resultan también creyentes, usualmente de un cientificismo dogmático que pretende poseer la respuesta actual o potencial de todos los enigmas que confrontan al ser humano.
Entre estas dos actitudes se mueven los que podríamos denominar exploradores tambaleantes. Algunos de ellos mantienen de diversas formas la práctica de alguna religión pero cuestionan y critican, con base en evidencias científicas y filosóficas, muchos de sus fundamentos, credos y prácticas. Otros no se identifican con ninguna religión particular pero consideran que el mundo espiritual de la fe, del ritual y del símbolo contiene elementos profundamente humanos sin los cuales no es posible tener acceso a ciertos aspectos elevados del conocimiento, los cuales están cifrados en todas las religiones mayores y a los que también se puede tener acceso mediante la experiencia de todas las artes. Una nueva actitud parece irse conformando en esta búsqueda. Una actitud que bien puede evocar a Spinoza, Goethe, Thoreau, Einstein o Teilhard de Chardin como sus heraldos occidentales y al milenario budismo como una de sus expresiones más depuradas.
Algunos de los postulados de esta nueva espiritualidad serían los siguientes. La realidad final del Universo es profundamente misteriosa, ambigua y tan compleja que continuamente esquiva la capacidad de entendimiento de los seres humanos. Sin embargo, algo se puede ir diciendo sobre ella: se trata de una realidad a la vez actual y potencial, de un proceso enérgico, creativo e incesante. Esa realidad es tanto material como espiritual, sin que podamos establecer claramente la esencia de cada una ni la naturaleza de su conflujo. La metáfora, el mito y el símbolo son los medios que tiene la mente humana para aproximarse a ella. De hecho, tanto la ciencia como el arte pueden considerarse formas simbólicas de aproximación. El ritual actualiza mediante sus operaciones simbólicas la preocupación sobre esa realidad. La indagación y la preocupación, así como la práctica sistemática de la concentración, como está prescrita en los más diversos sistemas de contemplación, permite al ser humano un desarrollo progresivo en el entendimiento de tal realidad, el cual se manifiesta en la sabiduría. Es decir, el adelanto del entendimiento se hace posible mediante la aplicación y la ampliación de la conciencia.
Sin embargo, más que un estado final o una meta a la que se llega por vías misteriosas, esta religiosidad se caracterizaría por una indagación apasionada que denominamos espiritualidad. Se trata de un sendero que promete sacar a la persona del encierro de la existencia y, sin embargo, el camino mismo está regido por la incertidumbre. En esencia, el sendero está marcado por la búsqueda de una significación más honda, de una realidad que se nos oculta, del orden que instaure lo que se intuye como un estado primigenio. Es así que, además de incluir a la cognición y la emoción, el sendero implica el desarrollo de una voluntad y un comportamiento profundamente éticos y morales de acuerdo con una especie de ley natural o imperativo categórico sin la cual es imposible el avance. Esa significación, esa realidad, ese orden y esa ley vienen a ser la esencia misma de lo sagrado. Constituyen, en su unidad, el concepto central y la intersección de las grandes enseñanzas espirituales de la humanidad, como el Tao, el Dharma, la Torah, el Logos. El trato íntimo del ser humano con esa realidad trascendental que le es sagrada viene a ser la marca de la religiosidad, el origen etimológico de la palabra (religión = reunión) y se manifiesta en ocasiones sumamente trascendentales por la plenitud de la presencia del abismo.

EN POS DE SOFÍA
"Ah, si el viejo pudiera y el joven supiera", dice el dicho. Pero ¿qué sabe el viejo? Decimos que sabe por experiencia, que el vivir le ha enseñado. Y sin embargo, algunos aprenden de la vida y otros no. Aprenden quienes se abren al mundo, quienes están dispuestos a profundizar en sus vivencias, a darles significado, a modificarse de acuerdo con ellas. Este tipo de conocimiento es lo que denominamos sabiduría y es más importante para regir nuestros actos y dar sentido a la existencia que cualquier otra forma de saber. No es en vano que el atributo humano más apreciado en las civilizaciones clásicas de China, India, Egipto, Grecia o Mesoamérica fuese la sabiduría.
En efecto, algunos historiadores afirman que el siglo más trascendental en la historia del ser humano es el siglo VI a. C. cuando, de manera sincrónica en diversas partes del mundo se tendieron los cimientos de una nueva conciencia sobre los pilares de la sabiduría, ya no de la magia o del mito literal. Según George Woodcock la coexistencia de Heráclito y Tales en la Hélade, de Lao-Tsé y Confucio en China, de Zoroastro en Persia, de los profetas judíos del regreso del exilio en Judea, y del Buda en la India marcó una verdadera mutación sincrónica en el pensamiento humano, mutación que evoluciona hasta nuestros días. Repasemos someramente algunas de sus manifestaciones.
A partir de su establecimiento en el siglo sapiencial, se diseminó por toda Asia, incorporando al brahamanismo y después al taoísmo, una de las enseñanzas más depuradas de sabiduría humana: la doctrina del Buda Sídhartha Gautama. El énfasis en la forma práctica de obtener la plenitud mental, la concentración estable, la benevolencia y la vida virtuosa hace del budismo la enseñanza más aplicable en cualquier parte de forma independiente de la cultura, la historia y la religión locales.
Por su parte, la literatura sobre la sabiduría floreció en el Medio Oriente desde los tiempos de los faraones hasta Israel, teniendo allí como principal promotor al rey Salomón, sabio por antonomasia. Tal literatura era producida por sabios profesionales que fungían como consejeros en las cortes y se consagraban a emitir máximas sobre la manera de conducirse o sobre el sentido de la vida. La forma más común que tomaron estas máximas fue el proverbio, un aforismo basado en la experiencia y de aplicación universal. Muchos otros eran acertijos, alegorías y parábolas. Las instrucciones de tales máximas eran fundamentalmente de carácter moral, el atributo práctico esencial de toda sabiduría.
Al recorrer este camino la sabiduría hebrea se hizo profundamente religiosa y se plasmó en los libros bíblicos que alcanzaron los niveles literarios de la mayor exquisitez: los Proverbios, Job, El Eclesiastés y El cantar de los cantares. Allí se manifiesta que el significado de la vida y la ley de Dios no pueden ser revelados mediante el lenguaje común o el filosófico, sino tangencialmente sugeridos por la parábola y, en particular, descubiertos por cada quien mediante un esfuerzo continuo. De esta forma el destino del hombre depende de su acción responsable y de su discriminación. Job viene a ser uno de los más puros héroes míticos de la sabiduría. Su sufrimiento, más que físico, es la agonía de quien se siente perdido en la inmensidad de un universo al que no encuentra significado. Del conjunto de los libros sapienciales de la Biblia colegimos que sabio es aquel que paga los favores, no urde maldades, evita las disputas, la arrogancia, el engaño, el crimen y el adulterio, cumple sus promesas, se prepara para los tiempos difíciles, es prudente, busca el entendimiento, da la bienvenida a la instrucción y... evita considerar que es sabio.
Los griegos concebían a la sabiduría como la disciplina racional que permite dirigir de la mejor manera posible el comportamiento, es decir, como el vínculo entre la contemplación y el recto vivir. En efecto, los célebres siete sabios de la Grecia presocrática fueron quienes lograron expresar sabiduría en sentencias breves, prácticas y profundas, como el eterno "conócete a ti mismo" atribuido a Tales, el "preocúpate de las cosas importantes" de Solón, o aquel "no desear lo imposible" de Quilón. El gran filósofo de nuestro siglo, Ludwig Wittgenstein, calificaría sin duda como uno más de los sabios con la sola frase que cierra su famoso Tractatus: "De lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse." También nuestra María Zambrano podría acceder a ese estrato con uno solo de sus conceptos fulminantes: "siempre es ahora."
Para Platón la sabiduría preside la acción virtuosa que se manifiesta particularmente como prudencia y justicia. Estos juicios fueron exaltados más tarde por los estoicos, quienes enfatizaron que el carácter fundamental de la sabiduría es la serenidad. Otro atributo más es la renuncia, destacada por Marco Aurelio y que implica que el hombre puede poner en orden su propio mundo interior y debe prescindir de las cosas externas, una recomendación ciertamente audaz proviniendo de un emperador romano. Más tarde el neoplatonismo subrayó un carácter más de la sabiduría: la conciencia, entendida como la facultad de mirarse a uno mismo. La tradición medio-oriental y griega de los sabios ha continuado de manera independiente en el desarrollo de las ramas místicas de las enseñanzas del libro: el hasidismo de la religión judía, el sufismo del Islam y las órdenes contemplativas de algunas tradiciones cristianas.
A pesar de estos gloriosos antecedentes, el interés en la sabiduría ha caído en desuso en nuestra época. Ya no es tema que concierna a la filosofía académica y su cultivo ha quedado al margen de la cultura imperante, con su énfasis en valores situados en un extremo opuesto. La palabra misma se ha vuelto tan ridícula como la de virtud, que le ha sido tan cercana. Ciertamente varios filósofos y pensadores de nuestro siglo han insistido en la filosofía en su acepción primaria y etimológica de amor a la sabiduría y lo han ejemplificado con su propia vida. A pesar de ello se han hecho pocos intentos de analizar el saber de la sabiduría en comparación con otros tipos de conocimiento.
En este sentido haré referencia a dos pensadores contemporáneos que la han abordado con decidido interés y claridad. Me refiero al teólogo protestante Paul Tillich y al filósofo mexicano Luis Villoro. En El eterno ahora Tillich afirma que la sabiduría engloba al conocimiento, la experiencia y la autoinspección, pero que no es cosa solamente del poder intelectual. La sabiduría es misteriosa, profunda y ambigua: está oculta y manifiesta, es creativa y destructiva. Más aún, sin la experiencia de un profundo asombro ante el misterio del mundo y de la vida no puede haber sabiduría. De tal experiencia emana una enseñanza elemental: la de los límites del ser. El sabio acepta sus límites y su caducidad, se percata de los parcos alcances de su saber y de sus actos. No hay mayor distorsión del significado de la sabiduría que suponer que entraña la ausencia de decisiones radicales, el frío aislamiento, el astuto compromiso para obtener ventajas o la solemnidad. Ninguno de los grandes sabios de la historia —piénsese, por ejemplo, en los forjadores de las grandes religiones, en algunos de los llamados "santos" o en algunos filósofos, artistas y científicos mayores— ha mantenido un cómodo equilibrio en la vida. La sabiduría no es una vida sin errores, sino, en buena parte, el resultado de cometerlos y aprender de ellos. Gran sabiduría es darnos cuenta de nuestra irrisoria necedad.
Por su parte, en su magnífico estudio Creer, saber y conocer, Luis Villoro agrega que no es sabio quien aplica teorías sino enseñanzas sacadas de su experiencia. Al sabio le instruye la observación aguda, el trato con otros, el sufrimiento y la lucha, el contacto con la naturaleza, la vivencia intensa de la cultura. No es sabio el que sabe muchas cosas de muy diversas fuentes y materias o quien lo sabe todo de un tema especial; éste es el erudito o el perito, adjetivos de alguna manera diminutos. Sabio es quien puede discernir en cada circunstancia lo esencial tras las apariencias. La sabiduría es fundamentalmente práctica y aunque se expresa adecuadamente en poemas, mitos o proverbios, éstos de nada sirven si su enseñanza no es confirmada por cada quien en su vi da. La sabiduría es, en suma, el conocimiento más individual, el polo opuesto del conocimiento universal que es la ciencia.
La sabiduría parece tener dos vertientes que se entrelazan. Por una parte el sabio es una especie de conocedor o de experto en los aspectos más hondos y a la vez más pragmáticos de la vida y por la otra manifiesta un desarrollo acusado del carácter. El juicio y la ética se han unificado. De esta manera en el sabio se han integrado las potencias humanas de la cognición con el afecto y la voluntad, una integración que parece inevitable si éstas se desarrollan conjuntamente, integración que se manifiesta, finalmente, en una acción armónica, equilibrada y justa. La sabiduría es la luz misma de la iluminación budista.
La conclusión es evidente: aspirar a la sabiduría o desdeñarla es asunto de capital importancia.

LAS SUTILEZAS DE LOS SABIOS NECIOS
El chiste, el acertijo y la broma son excelentes y necesarísimos ingredientes de la sabiduría, ya que su esencia es precisamente la ruptura del orden lógico y del conocimiento formal con alguna salida que, como una chispa, ilumina bruscamente el entendimiento con una novedad, se desgrana en risa y deja un sabor de ingenio en la mente. Arthur Koestler ha mostrado repetidamente el cercano parentesco de la risa con el hallazgo y el descubrimiento en ciencia y en arte. ¡Ajá!, decimos en el momento en que se establece la claridad en la conciencia. ¡Ja, ja!, nos reímos cuando un chiste nos parece bueno por la inesperada ruptura con el orden esperado.
Entre la abundante bibliografía de la sabiduría, que incluye mitos, poemas, proverbios o parábolas, destaca por su agudo sentido del humor la anécdota del sabio-necio. No se trata del sabio arquetípico, distante y ensimismado en profundos pensamientos, o del imponente fundador de religiones o sistemas filosóficos, sino de la figura popular del sabio marginal y sagaz que lo mismo parece un loco que un santo, aunque sus locuras nunca dejan de sugerir una enseñanza ni sus hazañas místicas están desprovistas de cierta ridiculez. Estos personajes han poblado las tradiciones orales y varios inicios de literaturas. Los cuentos de los maestros zen con sus ilógicos acertijos y salidas absurdas recolectados por Paul Reps; las sutiles hazañas del Mulla Nasrudin, populares en los países árabes hasta hoy en día y difundidas en Occidente por Idries Shah; los cuentos de rabinos hasídicos de los ghettos de Varsovia o Praga recogidos por Martin Buber, Tiil Eulenspiegel, el juglar y mago alemán del siglo XV, Juan sin Miedo, Pedro de Urdimalas o, en más de una ocasión, nuestro eterno hidalgo Don Quijote de la Mancha serían algunos ejemplos de los que saco las siguientes gemas.
De la tradición hasídica he aquí un tratado mínimo sobre la incertidumbre asumida. El rabino Eliezer se dirige en la madrugada a su sinagoga clandestina cruzando la plaza central de Varsovia, ocupada por fuerzas de cosacos antisemitas. Un oficial cosaco, ricamente montado observa con desprecio la figura del rabino y decide hostilizarlo. Se le avalanza amenazadoramente hasta acorralarlo con su corcel y le pregunta: "¿Dónde vas tan temprano, rabino?" "Quién sabe", replica el rabino humildemente. Encolerizado el cosaco le grita: "¿Cómo que quién sabe, rabino, si todas las mañanas te veo cruzar la plaza con paso decidido, seguramente hacia alguna sinagoga? Andando a la cárcel que te voy a interrogar." "Ya ves", le dice el rabino serenamente: "quién sabe."
Ahora, de la tradición sufi una anécdota sobre la fortaleza y la debilidad de la lógica y la retórica. El sin par Mulla Nasrudin, de quien continuamente se duda si es un santo o un loco, ha sido electo, con reticencias y para ponerlo a prueba, como juez local durante una semana. Llega el primer caso. Se trata de un litigio entre dos partes sobre la propiedad de un terreno. Nasrudin le da la palabra a la parte acusadora. El querelloso está tan brillante, tan seguro y es tan convincente que el Mulla se deja llevar por el entusiasmo y al final de su alocución le aplaude y le dice: "¡Tienes razón, tienes razón!" El secretario se escandaliza y le advierte al extraño juez: "¡Pero si no has escuchado a la parte contraria!" Nasrudin se calma y le da la palabra al defensor. Este también es claro y penetrante, su argumentación es excelente. Nasrudin, fuera de sí, lo interrumpe: "¡Tienes razón, tienes razón!" El secretario pierde la compostura y se levanta para inclinarse hacia Nasrudin con el dedo amenazante: "No seas idiota, no pueden tener razón las dos partes." Y Nasrudin le replica, igual de eufórico: "¡Tienes razón, tienes razón!"
A continuación una sabrosa anécdota zen sobre la falsa sabiduría. Yamoaka, un estudiante de zen, después de visitar a un maestro tras otro y sentirse cada vez más enterado llegó con el maestro Dokuon. Deseoso de mostrar su grado de comprensión le recita las verdades más profundas del zen: "La mente, el Buda y todas las cosas no existen en realidad. La naturaleza última de los fenómenos es el vacío. No hay nada de que percatarse, no hay engaño ni mediocridad. No hay nada que dar ni nada que recibir." Dokuon, que fumaba tranquilamente, se mantuvo silencioso e impasible. De repente y sin previo aviso le asestó un buen golpe a Yamoaka con su pipa de bambú. Esto enfureció al joven estudiante. "Si nada existe", inquirió entonces Dokuon con una amable sonrisa, "¿de dónde sale tanta rabia?"
Ahora un pequeño cuento taoísta. Shu Fu-Tseu era un erudito escéptico que no creía en milagros. Cuando murió su suegro y Shu lo velaba solitario, el ataúd se elevó lentamente hasta quedarse inmóvil en al aire. Shu se horrorizó y postrándose ante la caja gritó atropelladamente: "¡Venerable suegro, te ruego que no contradigas mis creencias!" Dicho esto el ataúd bajó lentamente hasta depositarse en el suelo, con lo cual Shu recobró aliviado su escepticismo.
Alfredo López Austin nos cuenta un chiste del ubicuo Pedro de Ordimales recogido de entre los indios tepecanos de Jalisco. Iban unos arrieros por el camino real cuando vieron a Pedro de Ordimales brincando para atrapar algo con su sombrero. "¡Vengan a ver el pájaro cu!", les gritó Pedro mientras cubría el suelo con su sombrero. "¿Cómo es el pájaro cu?", preguntaron los arrieros. "Muy bello", contestó Pedro. "Si quieren se los vendo. Páguenme y préstenme otro sombrero; pero no lo destapen ahora porque me sigue. Esperen a que me haya alejado." Los arrieros, deseando admirar y quizás vender el pájaro cu pagaron a Pedro lo que les pidió, le dieron otro sombrero y esperaron a que se alejara. Luego alzaron el sombrero poquito a poco y el capitán metió la mano para coger el ave. Tanteó, localizó, cerró los dedos y sintió cómo inundaba su mano un buen montón de mierda fresca.
Puesto en este camino, se me ocurre rematar con una anécdota aparentemente verídica de uno de los grandes artistas de nuestro siglo que algo tenía de juglar, de payaso... y de sabio: Pablo Picasso. Un comerciante de cuadros, deseoso de establecer la autenticidad de un lienzo firmado "Picasso", viajo de París a Cannes para preguntarle directamente al maestro, quien, como de costumbre, se encontraba pintando. Le echó un vistazo al cuadro y dijo: "es falso." Preso de cierta sospecha el comerciante viajó de nuevo a Cannes después de unos meses con otro cuadro. "Es falso", sentenció el pintor después de voltearlo a ver por un instante. "Pero maestro —le dijo el otro—, sucede que yo lo vi trabajar en este cuadro y firmarlo." "Y qué —remató el gran malagueño—, yo suelo pintar falsos Picassos." Evidentemente las historias de los sabios que parecen necios tienen como propósito colocarnos en las arenas movedizas de la lógica, en la perplejidad y de ahí tratan de llevarnos hacia un espacio donde las reglas del significado son otras. Los conceptos se han venido al suelo. De una manera indirecta y jocosa, estas historias nos dicen lo que en plenas palabras advierte Alfred Korzybski, el creador de la semántica general: "el mapa no es el territorio" o "la palabra no es la cosa de la que se habla." Y, sin embargo, todos podemos leer esto, asentir sin dificultad y... continuar identificándonos con los conceptos y las palabras.
La lección es sencilla, pero sólo en apariencia: la sabiduría está más allá de las palabras, en una apertura directa de la experiencia. Las diversas tradiciones y los pueblos han generado estas anécdotas como medios de romper con el mundo conceptual y mostrar, así sea por el periodo que dura la risa, el mundo luminoso de la vivencia directa.

DE LA SOLEDAD SERENA
La realidad del ser humano se ha venido a plantear como el mundo que lo rodea y, en consecuencia, todo su sentir, pensar y obrar están vertidos hacia el exterior. El mundo de los objetos, de las posesiones, de las relaciones interpersonales, del trabajo o de la vida social ha adquirido una importancia absoluta en la definición del éxito o fracaso de una persona, si no es que de su esencia misma. En consecuencia se cree que la resolución de la problemática existencial se obtiene mediante la razón y la palabra, con lo cual una gran cantidad de energía se disipa en hablar y escuchar. Empujado por esta tendencia cada vez más generalizada, el ser humano actual ve en la soledad un vacío sin sentido o angustioso y tiene cada vez menos posibilidades de percibir la riqueza y plenitud que hay en ella. No hay nada tan característico del hombre moderno como la incapacidad de tomarse tiempo para sí mismo y distanciarse de la actividad externa a la que pertenecen no sólo la vida cotidiana sino aún el tiempo libre igualmente programado. Ha quedado en el olvido lo que ha sido subrayado con mayor ahínco en las más diversas enseñanzas y tradiciones humanas de sabiduría: el hecho de que en lo más íntimo de sí mismo es donde radica la definición y la confianza primordiales del ser humano. En efecto, no se llega a lo más íntimo de la existencia cuando se habla sino cuando se calla.
Al recogerse en sí mismo el ser humano se abre a su interioridad y en ella encuentra el arduo camino de la serenidad. Pero sintonizar el silencio no es fácil: hay que defenderse del estrépito del mundo exterior, encontrar un espacio de soledad y cultivar contra la corriente el aislamiento y la meditación. La meditación ha sido objeto de una gran curiosidad reciente, no siempre lúcida.
Meditar significa dar un paso de una dimensión a otra, de la dimensión del mundo externo de los acontecimientos que saturan nuestra vida a la de nuestros fundamentos que dan a la primera su profundidad y sentido. Este paso sólo puede ser dado en la soledad, y es en ella, paradójicamente, en donde se supera la enajenación. "Sólo en soledad", nos dice Unamuno, ese gran solitario, "nos encontramos; y al encontrarnos encontramos en nosotros a todos nuestros hermanos". Es en la soledad donde el ser humano puede explorar los confines de su existencia, y gracias a la meditación puede confrontar lo que le es más decisivo. Pero la soledad y la meditación no ofrecen la tranquilidad y el sosiego más que como objetivos finales. Son un camino en el que se abre la posibilidad de que surjan y se resuelvan los recuerdos más dolorosos y las dudas más acuciantes, un espacio en el que las preocupaciones más centrales hallan su propia mecánica y verdadero metabolismo. Es así que la meditación ofrece una ayuda —posiblemente definitiva— en las cuestiones más difíciles de la existencia.
En efecto, es en la soledad y en la meditación donde la persona puede ampliar su conciencia y pasar del olvido de su propio ser a la exploración de su esencia. El ensanchamiento de la conciencia es lo que permite penetrar al mundo de la interioridad humana, ya que la conciencia actúa como una luz, como una antorcha que ilumina el abismo en el que nos adentramos. La práctica de la atención diligente, que es la base de todas las técnicas de meditación y que sólo es posible empezar a cultivar n la soledad, es la luz en sí de la conciencia y nos permite, poco a poco y penosamente, adiestraría y dirigirla. Y acontece entonces que, en la medida en que profundiza en el encuentro con su base primordial, la persona encuentra una sensación de seguridad a la que no tiene acceso en su vida mundana habitual.
Sin embargo, como toda experiencia humana, la meditación tiene limitaciones y múltiples dificultades. En primer lugar no hay una satisfacción inmediata de los anhelos de paz y serenidad. Es difícil y se necesita mucho esfuerzo para llegar a conocer los numerosos grados y espacios de la interioridad. Hay muchos momentos de desolación, de sequedad y de simple resistencia. Es necesario empezar con lo más difícil: enfrentar el estrépito del mundo interno, el ajetreo del pensamiento, los intensos movimientos de la emoción, los muros de la duda y el aburrimiento. Ya en el inicio de cualquier práctica de meditación nos percatamos de que nuestra vida interior se encuentra en un estado de desorden sorprendente y lastimoso. No pensamos deliberadamente, sino que nos invaden pensamientos, nos penetra una corriente de sentimientos, asociaciones, impresiones, atracciones, impulsos y rechazos de toda clase. Y es ahí mismo donde empieza el trabajo de la meditación.
Notamos que es necesario acabar con el desorden, pero nos damos cuenta de que es una tarea titánica. El ejercicio meditativo empieza entonces desde abajo, con la iluminación consciente de las funciones más elementales, como la respiración, la deambulación o la postura. Esto supone ya grandes dificultades y el proceso es lento y trabajoso. Cualquier método de autoconocimiento que ofrezca un atajo resulta sospechoso. La meditación es un proceso orgánico de crecimiento y maduración que no se puede hacer de prisa. No hay calendarios ni se pueden programar los avances. A cada quien se le dan las herramientas y las técnicas para usarlas. El progreso dependerá de su tenacidad y pericia.
A pesar de las dificultades, quien ha probado el camino de interiorización persiste en él porque se ha dado cuenta de que es un proceso por el que obtiene un conocimiento y una solución auténticos de su predicamento existencial, porque con su práctica sistemática encuentra cierta seguridad que apunta, crecientemente, hacia una más permanente. Persiste porque, en definitiva, cambia su actitud al adiestrarse en la serenidad. Con todo esto podemos decir que la práctica prolongada de la meditación en retiros y en la vida diaria produce dos frutos que vienen a ser a la larga uno solo: la serenidad y la sabiduría. La serenidad implica cierto dominio de sí que le permite a la persona una relación más adecuada con el mundo de cosas que la rodean y apremian. Ejercitarse en una práctica meditativa bien estructurada y probada pone a la persona en mejores posibilidades de reflexionar y seleccionar. La serenidad, por su parte, nos adentra en el arte de observar y escuchar para asimilar, con lo cual es posible vivir más plena y adecuadamente. La serenidad no es propiamente una emoción o un sentimiento, es una actitud que, al tiempo que amplifica la intensidad de la experiencia, mantiene una distancia de ella.
Es en la soledad y aprendiendo a callar que podemos contener este mundo y respetar el ajeno pero, sobre todo, abrir un espacio interior para que se pueda dar otra experiencia, la que está más allá de las palabras y en la que se encuentra la clave de la plenitud.

RA Y LA CREACION

La creación por Ra y el Papiro Bremner-Rhind


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Dos son las fuentes principales de las teorías heliopolitanas de la creación. La primera, y más antigua, los Textos de las Pirámides, en los que encontramos pasajes relativos al acto de la creación pero no de una forma uniforme, sino como una recopilación de declaraciones sin un sentido narrativo. La segunda fuente nos la proporciona una sección del papiro Bremner-Rhind, que es la que tratamos en este artículo. Ambas, la segunda por tratarse de una narración contínua en la que el propio Ra expone el acto de la Creación en sí y de todos los seres y cosas que existen en el mundo, y la primera por las muchas referencias que contiene acerca del acto mismo, son las que nos permiten reconstruir la teología de Heliópolis.

El Papiro Bremner-Rhind

El papiro Bremner-RhindImagen extraida de The Legends of the Egyptian Gods, Hieroglyphic Texts and Translations, Sir Wallis E. A. Budge
Este papiro, catalogado con el número EA 10188 del Museo Británico de Londres, fue adquirido por el propio Museo en 1865 y su origen parece encontrarse en Tebas. Sir Wallis Budge (Egyptian Hieratic Papyri in the British Museum. London 1910) pensó que el origen del papiro era el escondrijo de las momias reales de Deir el-Bahari, donde lo recogió el cónsul británico en Luxor, Mustafá Agha. Este origen está actualmente descartado, si bien es sabido que perteneció a A. Henry Rhind, quien posiblemente lo obtuvo del propio Mustafá Agha. Fue el Dr. Birch, examinando los objetos llevados a Inglaterra por Rhind, quien reconoció la importancia del texto. Henry Rhind murió en 1865 y su colección paso entonces a David Bremner, quien posteriormente la vendió al Museo Británico.
El papiro está escrito en egipcio medio y escritura hierática. Tiene unas dimensiones aproximadas de 5 m de longitud por 24 cm de anchura. Contiene en total 33 columnas y unas 930 líneas, escritas con tinta negra.
Parece, según Faulkner, haber sido realizado como encargo de una recopilación de textos religiosos destinados a la biblioteca de algún templo, si bien la historia de la Creación no parece encajar en el contexto global del trabajo. Consta de cuatro secciones claramente diferenciadas, y finalizadas por la expresión º¸ªÄ¸. Estas son:
Las lamentaciones de Isis y Neftis. Un texto que debía ser cantado entre los días 22 a 26 del mes de Joiak, mes en el que se celebraban los misterios de Osiris. Los cánticos eran ejecutados por dos sacerdotisas que representaban a las diosas en sus lamentaciones por la muerte de Osiris. El texto consta de partes ejecutadas a dúo por ambas sacerdotisas y otras pertenecientes a un solo, cantado por la sacerdotisa que representaba a la diosa Isis. Comprende desde el inicio del papiro hasta la columna 17. Faulkner tituló a esta sección "Las canciones de Isis y Neftis" para distinguir el texto del existente en el papiro Berlín 3008 que incluye una versión mucho más corta. La estructura en columnas es muy variada, desde las 12 líneas en la columna 17 hasta las 31 de la columna 16 y está compuesto por frases cortas, muy en el estilo de los himnos.
El ritual de presentación de Sokar, que también debía formar parte de los misterios de Osiris y que comienza con una invocación al dios Sokar bajo diversos epítetos, entre los cuales destaca una identificación con Amón-Ra. El texto además incluye un himno a Hathor, que es identificada con Tait, Bastet, Satis, Uto, Sejmet y Neith. Abarca las columnas 18 a 21.
El libro de la destrucción de Apep, el mayor de los cuatro textos, que incluye un monólogo de Ra en el que describe su autocreación desde el Nun y la del mundo por medio de su boca, y cómo creó primero a Shu y Tefnut, de los que nacieron Geb y Nut que dieron, a su vez, origen a la Gran Enéada, tras la cual surgieron los hombres de las lágrimas de su Ojo. Existen dos versiones del monólogo, la primera entre las columnas 26,21 a 27,5 y la segunda que comprende de la 28,20 a la 29,6. En general el texto describe diferentes composiciones de protección del dios sol contra Apep (Apofis) con un propósito secundario de proteger al faraón de sus enemigos. Es interesante hacer notar que Seth aparece en este texto como aliado del dios sol, a quien protege y defiende. Ocupa desde la columna 22 hasta la mitad de la 32. Aquí el texto no mantiene una estructura fija, variando en anchura y longitud. Las frases ya no son las mismas que en las secciones anteriores, sino más largas y se pierde el estilo de himno. Los monólogos de Ra aparecen en dos versiones y dos secciones diferentes.
Los nombres de Apep. Esta cuarta y última sección contiene una lista de los nombres de Apep e incluye instrucciones para realizar imágenes de Apep y criaturas malignas similares. La última parte es un himno a Ra que debía ser recitado después de que las imágenes de Apep hubiesen sido hechas. Comprende desde la mitad de la columna 32 hasta el final del papiro.
Existe una sección del texto, conocida como colofón, después de la columna 17 (final de las lamentaciones de Isis y Neftis) escrita de forma muy diferente al resto y añadida por un sacerdote llamado Nasmin, posiblemente el último propietario del papiro. Este añadido está fechado en el año 12 del reinado de Alejandro, hijo de Alejandro. En él se enumera la familia y los títulos del sacerdote entre las columnas 17 y 18 del original y el resto, escrito entre las columnas 21 y 22 del original, contiene un conjunto de maldiciones contra cualquier extranjero que se atreva a dañar el papiro, así como una bendición para aquel que le guarde debido respeto.
Traducción
Ofrecemos a continuación la traducción de los monólogos de Ra, basada en los trabajos de R.O. Faulkner publicados en "JEA: Journal of Egyptian Archaeology, vol. 23 (1937) pg. 166-185 y 24 (1938) pg. 41-54". En el texto se ha utilizado el término Nun para designar las aguas primigenias anteriores a la Creación y no 'El Abismo' empleado por algunos autores.
Abreviaturas:
FCD: R .O. Faulkner, A Concise Dictionary of Middle Egyptian. Oxford 1962.
Literature: Kaster, Joseph, The Literature and Mythology of Ancient Egypt, London, Allen Lane The Penguin Press 1970.
JEA: Journal of Egyptian Archaeology. London: EES, 1914-
Pyr: Textos de las Pirámides
Wb: Wörterbuch der ägyptischen Sprache. Berlin

Dioses que aparecen en el relato: Ra, Jepri, Nun, Shu, Tefnut, Geb, Osiris, Horus, Seth, Isis, Neftis.
1.- El Libro del Conocimiento de las Creaciones de Ra y de la destrucción de Apep.
Primer monólogo
Para ser pronunciado: Así habló el Señor de Todas las cosas, después de que hubiese venido a la existencia: 'Fui yo quien vino a la existencia como Jepri. Cuando vine a la existencia, 'el Ser' vino a la existencia y todos los seres vinieron a la existencia después de que yo viniera a la existencia; numerosos fueron los seres que surgieron de mi boca antes de que el cielo hubiera venido a la existencia, antes de que la Tierra hubiera venido a la existencia, antes de que la tierra y los reptiles hubiesen sido creados en este lugar. Yo creé como Los Inertes cuando aún no podía encontrar un lugar en el que permanecer. Encontré favor en mi corazón, examiné con mi vista, y, estando solo, hice todas las formas antes de que hubiera escupido a Shu, antes de expectorar a Tefnut, antes de que viniera a la existencia cualquier otro que pudiera actuar conmigo.
Yo concebí con mi propio corazón y allí vinieron a la existencia multitud de formas de criaturas vivas, a saber, las formas de los hijos y las formas de sus hijos.
Realmente yo me excite con mi mano, copulé con mi mano, escupí con mi propia boca; escupí a Shu, expectoré a Tefnut y mi padre Nun los educó, mi Ojo siguiéndoles desde los eones cuando estaban lejos de mí. Después de que yo hube venido a la existencia como único dios, hubo tres dioses además de mí. Yo vine a la existencia en esta tierra y Shu y Tefnut se alegraron en el Nun, en el que se encontraban.
Fueron ellos quienes me devolvieron mi Ojo, después de que yo hube unido mis miembros; lloré sobre ellos, y así es como la Humanidad vino a la existencia, de las lágrimas que surgieron de mi Ojo, porque él estaba furioso conmigo cuando volvió y encontró que yo ya había colocado otro en su lugar, habiéndolo reemplazado con el [Ojo] Glorioso. Así, yo lo ascendí a mi frente, y cuando él ejerció gobierno sobre esta tierra entera, su ira se extinguió, porque yo había restituido lo que había sido tomado de él. Yo surgí de las raíces, creé a todos los reptiles y todo lo que existe entre ellos. Shu y Tefnut engendraron a Geb y Nut, y Geb y Nut engendraron a Osiris, Horus [Mejentienirti], Seth, Isis y Neftis de su útero, uno tras otro, y ellos dieron origen a las multitudes que habitan esta tierra.

Segundo monólogo
Para ser pronunciado: Así habló el Señor de Todas las cosas: Cuando vine a la existencia, 'El Ser' vino a la existencia. Yo vine a la existencia en la forma de Jepri que vino a la existencia en la Primera Ocasión; Cuando vine a la existencia lo hice en la forma de Jepri, y así es como 'El Ser' vino a la existencia, porque yo era más primigenio que los más primigenios a los que yo había hecho; era el más primigenio de los primigenios y mi nombre era más primigenio que los suyos porque creé el tiempo primigenio y a los primigenios. Yo hice todo lo que deseé en esta tierra, estaba todo impregnado en ella. Yo uní mi propia mano, estando solo, antes de que ellos hubieran nacido, antes de que yo hubiera escupido a Shu o expectorado a Tefnut. Yo usé mi propia boca y 'Magia' (HkAw) fue mi nombre. Fui yo quien vino a la existencia en mi forma, habiendo venido a la existencia en la forma de Jepri. Vine a la existencia entre los primigenios y allí vino a la existencia una multitud de seres al principio, antes de que cualquier otro ser hubiera venido a la existencia en esta tierra; Yo, solo, llevé a cabo todo lo que fue hecho, antes de que hubiera venido a la existencia cualquier otro que pudiera actuar conmigo en este lugar.
Yo hice a los seres allí con este ba mío; yo creé (algunos) de ellos en Nun como 'El Inerte', cuando aún no podía encontrar un lugar en el que poder estar. Encontré favor en mi corazón, examiné con mi vista, y, solo, llevé a cabo todo lo que fue hecho; planifiqué con mi corazón, creé otro ser, y múltiples fueron las formas de Jepri; sus hijos vinieron a la existencia en las manifestaciones de sus hijos . Fui yo quien escupió a Shu y expectoró a Tefnut.
Cuando hube venido a la existencia como un dios solitario, hubo tres dioses a parte de mí, y dos dioses vinieron a la existencia en esta tierra; Shu y Tefnut se alegraron en el Nun, en el que se encontraban. Fue mi ojo el que les trajo a mí, después de una larga edad, cuando aún estaban lejos de mí; yo uní mis miembros y surgieron de mí mismo. Después de que yo me hube excitado con mi mano, mi deseo vino a la existencia en mi mano, y la semilla cayó de mi boca; escupí a Shu y expectoré a Tefnut.
Cuando hube venido a la existencia como un dios solitario, hubo tres dioses a parte de mí, y dos dioses vinieron a la existencia en esta tierra; Shu y Tefnut se alegraron en el Nun, en el que ellos se encontraban. Fue mi ojo el que les trajo a mí después de una larga edad (29,2) cuando aún estaban lejos de mí; yo uní mis miembros y surgieron de mí mismo. Después de que yo me hube excitado con mi mano, mi deseo vino a la existencia en mi mano, y la semilla cayó de mi boca; escupí a Shu y expectoré a Tefnut y mi padre (29,3) Nun los educó, mi Ojo, siguiéndoles desde los eones(29,1) ... serpientes, cuando lloré con lágrimas sobre (¿) ...; mi [Ojo?] proyectó , y así es como la Humanidad vino a la existencia. (29,4) Yo lo sustituí con El Glorioso, y él se encontraba enfurecido conmigo cuando volvió, viendo que otro había crecido en su lugar, pero su ira desapareció cuando yo lo restituí, y él se encontro aliviado (¿).(29,5) Lo ascendí a mi frente y ejerció gobierno sobre la tierra entera. Shu y Tefnut engendraron a Geb y Nut, (y Geb y Nut engendraron) a Osiris, Horus Mejentienirti, Seth, Isis y Neftis, y ellos engendraron y crearon muchos seres (29,6) en esta tierra, a saber las manifestaciones de los hijos y las de sus hijos.