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martes, 25 de noviembre de 2008

VIDA DEPUES DE LA MUERTE

Los ECM o Experiencias de Casi-Muerte no son muy frecuentes, se dan en ciertas situaciones límites y muy especiales, pero ¿son visiones de la muerte? o simplemente son alucinaciones de la mente en un estado crítico.
El tema no es actual, sino que ya se trataba en las civilizaciones milenarias como la egipcia. Veamos a continuación algunos casos interesantes.
A finales del siglo XIX, Heim, geólogo y alpinista suizo, comenzó a recopilar relatos de otras personas que, tras un accidente, habían experimentado un ECM. Los relatos obtenidos por este señor eran muy similares entre sí, como ocurre en la actualidad; la mayoría experimentaba sensación de amor y no sentían dolor alguno, otros observaban toda su vida en una "pantalla" y a veces las personas veían una luz enceguecedora que emergía de un túnel.
Tiempo después, James Hyslop descubrió a principios del siglo XX que los enfermos con una enfermedad terminal veían a parientes o amigos que ya habían fallecido, los cuáles se presentaban a éstos con el objetivo de ayudarlos en el viaje hacia la vida eterna.
"De repente vi mi cuerpo tirado en la calle, y muchas personas a mi alrededor diciendo que estaba muerto. Sentía una paz interior y estaba rodeado de amor. Vagaba por algunos lugares y desperté."
"Comencé a elevarme lentamente y vi un túnel muy negro, y al final una luz casi enceguecedora. Veía también otras personas desnudas que iban hacia la luz, además, estaban acompañadas por ángeles. Lo que me sorprende es que algunos de estos no tenían alas..."
"...en el camino hacia el túnel, vi a mis familiares y amigos más queridos que ya habían fallecido. Me decían que no estaba preparado para morir..."
Estos son algunos relatos de las personas que han visto la muerte. ¿Influenciados por algún medicamento?, según Karlis Osis, después de rigurosos estudios a sus pacientes, dijo que los medicamentos y los estados de fiebre, no provocan aumento de estas visiones, sino por el contrario, los disminuyen.
Algunas personas con enfermedades terminales, aseguran ver seres luminosos, que identifican como familiares, amigos o figuras religiosas, estos los acompañarán en el viaje hacia el más allá.¿Qué sucede cuando morimos?
La creencia general es que cuando morimos el lazo que nos unía con nuestro cuerpo vivo se rompe y nuestra alma se desprende hacia un camino, supuestamente al cielo, al purgatorio o al infierno según la vida terrenal quellevamos.
En el camino hacia el paraíso vemos nuestra vida de forma rápida, según los testigos, donde nos muestran lo malo y lo buenos de nuestra vida sin ningún reproche o castigo por estas.
Entonces, ¿las creencias religiosas y/o sociales influyen en estos casos?
Karlis Osis dijo que el sexo, edad, creencia religiosa, la cultura y la economía no influyen sobre los ECM, esta fue la misma conclusión que llegaron muchos otros científicos en diferentes investigaciones.
Puntos y clasificaciones de los ECM
Un ECM consta de tres partes, según la psiquiatra Russell Noyes: La primera la llamó resistencia, en ese estado se siente miedo a morir, y se lucha por la vida, pero finalmente se acepta la situación que se vive.
La segunda parte la llamó revisión de la vida, se siente paz y se reviven los momentos más importantes de su vida. La última parte es la trascendencia, se experimentan estados de alta felicidad y gran claridad mental.
Moody, quien escribió el best seller "Vida después de la vida", tras analizar muchos testimonios de ECM, pudo separar tres tipos de casos: Las personas declaradas clínicamente muertas y luego reanimadas, los que perdieron la conciencia a raíz de un accidente grave y los agonizantes que son capaces de narrar lo que experimentan.
Las primeras pueden considerarse como los ECM más difíciles de explicar, ya que las personas han muerto, no se le puede atribuir muchas alteraciones psicológicas, ni el efecto de medicamentos.
En cambio, a los del segundo tipo se les puede dar una explicación: Tal vez por el estado en que se encuentran, la mente alucina o la persona puede tener un desdoblamiento inconsciente. Por ejemplo, una persona aseguró haber ascendido al cielo y poder ver el Universo desde una perspectiva astronáutica, como suele suceder en los viajes astrales. ¿Entonces estamos confundiendo una experiencia de muerte, con otro tema similar?
Los del tercer tipo también pueden tener alucinaciones por el estado crítico en que se encuentran.
Lo dicho anteriormente no debe tomarse como cierto, son solamente hipótesis.
Muchas personas han llegado ha ciertos puntos en su "viaje", normalmente no pasan completamente el túnel. Pero quienes "atraviesan el portal", dicen haber visto ciudades de belleza inenarrable, sentimiento de amor y paz permanente inigualable para un ser vivo y como si esto fuera poco, no sienten dolor alguno y tienen mucha claridad mental. Normalmente los que llegan a estas etapas no quieren regresar, pero alguien les dice que no ha llegado el momento de su muerte. También les dan a elegir entre quedarse o volver a la vida terrenal, tal vez muchas personas eligen lo primero pero nunca nos enteraremos.
El regreso es desagradable, pero cuando lo hacen, sienten que su forma de pensar ha cambiado notablemente, aprecian más la vida y no temen tanto a la muerte.Conclusión
La gran mayoría de las personas le tienen miedo a la muerte, tal vez por ignorancia y falta de conocimientos sobre lo que nos puede pasar; o tal vez el miedo a la muerte nos llegue por un instinto natural, la naturaleza humana no la acepta.
Lo único que podemos hacer es vivir lo que mejor podemos y sabemos vivir, la VIDA, y esperemos lo inevitable lo mejor que podamos, tal vez la muerte no es tan fea como la pintan.


TEXTO EXTRAIDO DE: http://www.alegsa.com.ar/Fenomenos/seccion.php?id=muerte

lunes, 3 de noviembre de 2008

El cerebro está profundamente implicado en las experiencias mysticas


Un nuevo estudio realizado por neurocientíficos canadienses ha descubierto que las experiencias místicas se producen gracias a una red neuronal que se encuentra distribuida por todo el cerebro. Un grupo de monjas carmelitas participó en diversas pruebas mientras sus cerebros eran analizados con imágenes de resonancia magnética, poniendo al descubierto la gran cantidad y diversidad de regiones cerebrales implicadas en las experiencias místicas. No existe por tanto una región específica del cerebro para la espiritualidad, pero en cambio se confirma que cualquier cerebro está preparado para vivir experiencias místicas, según los autores de la investigación. Por Vanessa Marsh de Tendencias Científicas.
16 Oct 2007 TENDENCIAS CIENTÍFICAS
L
os neurocientíficos Mario Beauregard y Vicent Paquette, de la universidad de Montreal, en Canadá, han realizado un estudio en el que se ha utilizado la técnica de imágenes de resonancia magnética (fMRI), que permite registrar la actividad cerebral, para identificar los cambios en el cerebro cuando un individuo atraviesa una experiencia mística. El estudio se realizó con la colaboración de monjas carmelitas.
El estudio lo publicó en 2006 la revista Neuroscience Letters, pero Beaugerard acaba de publicar un libro, titulado The Spiritual Brain, en el que desarrolla los resultados de la investigación con las monjas carmelitas y plantea que con sus trabajos ha quedado comprobado que las experiencias místicas pueden ser documentadas y que tienen un origen inmaterial. La revista World Magazine acaba de publicar asimismo una entrevista con Beaugerard y la coautora del libro, la periodista Denyse O'Leary.
Durante la investigación, se midió la actividad cerebral de un grupo de monjas de la orden de las Carmelitas cuando éstas se sentían en un estado subjetivo de unión con Dios. Se descubrió así que la experiencia implicaba diversas partes del cerebro, como la corteza orbitofrontal central, el lado derecho de la corteza temporal media, los lóbulos parietales inferior y superior derechos, la corteza izquierda prefrontal media o la corteza cingulada anterior izquierda, entre otras.
Según informa al respecto Scientific American en su edición del 3 de octubre, de este estudio se desprende que los estados místicos profundos, o la experiencia religiosa, implican una amplia gama de regiones cerebrales, más de las que anteriores estudios habían establecido.
La investigación tenía como principal objetivo verificar una hipótesis formulada en la Universidad de California en San Diego hace una década, conocida como "punto de Dios". Esta hipótesis situaba la experiencia mística en el lóbulo temporal y se basa en el estudio de numerosos enfermos de epilepsia del lóbulo temporal, que con frecuencia relatan experiencias místicas.
Según la investigación de Beaugerard, sin embargo, el "punto de Dios" no existe en el cerebro, ya que cuando una persona vive una experiencia mística, todo su cerebro se ve implicado, señala Nature, si bien queda de manifiesto que el cerebro tiene la capacidad de vivir experiencias místicas y que por tanto cualquier persona, independientemente de si comparta o no una fe religiosa, es susceptible de vivir estas experiencias.
Para definir las funciones cerebrales implicadas en la experiencia mística fueron analizados los cerebros de 15 monjas carmelitas durante tres estados mentales diferentes. En dos de ellos, las monjas debían cerrar los ojos y recordar una experiencia social intensa. En un tercero, debían revivir una experiencia intensa de relación con Dios que hubieran tenido anteriormente.
Durante el experimento, fueron recogidas imágenes de resonancia magnética de cortes transversales del cerebro cada tres segundos, y del cerebro completo cada dos minutos. Una vez registrada la actividad cerebral, los científicos compararon los patrones de activación en las distintas situaciones (el recuerdo social y el místico), descubriendo las áreas del cerebro que se activaban con más fuerza durante la experiencia mística que en los otros casos.
Todo el cerebro implicado
De esta forma descubrieron que la memoria espiritual vigoriza varias regiones cerebrales durante estos recuerdos, como el núcleo caudado, que es la región del centro del cerebro relacionada con el aprendizaje, la memoria o el enamoramiento (de ahí, tal vez, la sensación de amor incondicional a la que aluden los místicos).
También descubrieron otra zona cerebral activada, la corteza insular o ínsula, vinculada a las emociones y a los sentimientos, y que podría estar en el origen de las emociones agradables que suelen asociarse a las conexiones con lo divino.
Por último constataron que también se activó el lóbulo parietal del cerebro (relacionado con la conciencia espacial), lo que podría explicar la sensación de hallarse inmerso en algo mucho mayor que nosotros mismos típica de este tipo de experiencias.
Según los investigadores, la cantidad (una docena) y diversidad de regiones cerebrales implicadas apunta a que el fenómeno de la espiritualidad es altamente complejo en el ser humano. De hecho, estos estados se producen gracias a una red neuronal que se encuentra distribuida por todo el cerebro, asegura Beauregard.
Beauregard explica sobre los resultados de su investigación que anteriores estudios neurológicos se han centrado en la relación entre la meditación y la oración, pero no sobre la experiencia mística en sí misma, por lo que eligieron a las monjas carmelitas contemplativas debido a su tradición mística. Los estudios neurológicos anteriores sobre estos procesos se han desarrollado con monjes budistas, practicantes de la meditación, y franciscanos, practicantes de la oración, por lo que la investigación de Beaugerard constituye un desarrollo de las investigaciones anteriores.
Necesidad de comprender
El interés por definir el papel del cerebro en la experiencia mística ha ido aumentando con la llegada de nuevas tecnologías de medición de la actividad de las neuronas. Conocer lo que sucede durante la oración o la meditación o durante episodios inspirados de fervor religioso a nivel neuronal podría ayudar, señalan los científicos, a inducir este tipo de experiencias de manera artificial, dado el efecto positivo que parecen tener en el ser humano.
Por otro lado, a los científicos les resulta importante comprender mejor las bases neuronales de un fenómeno que ha jugado siempre un papel central en todas las culturas y tiempos, de la misma forma que les interesa conocer las bases neuronales de la emoción, la memoria o el lenguaje.
Tal y como explica Mario Toboso en otro artículo de Tendencias21, el descubrimiento de las facultades espirituales en el cerebro ha suscitado todo un debate científico. Mediante modernos sistemas de análisis de imágenes cerebrales se han ido identificando en laboratorio las regiones del cerebro que incrementan o disminuyen su actividad en las experiencias religiosas.
Se han realizado asimismo estudios que implicaban ejercicios de meditación profunda, basada en el uso de imágenes mentales, o de oraciones, dando lugar a una nueva ciencia denominada neuroteología, que estudia la neurología del sentimiento religioso y de la espiritualidad.
Voluntarios de diversas confesiones religiosas han sido analizados en sus momentos de meditación, en investigaciones realizadas por especialistas como James Austin (del Instituto Tecnológico de Massachussets) o Andrew Newberg y Eugene D'Aquili, de la Universidad de Pennsylvania.
Capacidad trascendente del cerebro
Estos últimos descubrieron por ejemplo que, en el estado de meditación profunda, se desactivan regiones del cerebro reguladoras de la construcción de la propia identidad, lo que permite que el sujeto pierda durante su práctica el sentido del propio yo individual, que establece la frontera entre él mismo y todo lo demás, y se sienta así integrado en una totalidad única transcendente.
Asimismo, las imágenes cerebrales obtenidas por medio de la tomografía computerizada por emisión de un solo fotón (SPECT), sobre voluntarios en meditación, han revelado una actividad inusual de la región prefrontal dorsolateral y un decaimiento de la actividad del área de orientación del lóbulo parietal, que procesa la información sobre el espacio y la ubicación del cuerpo en el mismo: determina dónde termina el propio cuerpo y comienza el espacio exterior.
En conclusión, de este conjunto de investigaciones, que todavía no pueden considerarse concluyentes, se desprende que el cerebro alberga la capacidad de conectar con una realidad que transciende la de los objetos, tanto físicos como mentales, percibida habitualmente, lo que confirma una experiencia común descrita por las diferentes tradiciones religiosas.
Al mismo tiempo, estas investigaciones ponen de manifiesto únicamente lo que realmente podemos saber, es decir, las reacciones cerebrales ante determinadas experiencias, pero en ningún caso pretenden establecer el carácter espiritual o místico de estas experiencias, ni mucho menos explicar o demostrar una realidad trascendente más allá de la percibida ordinariamente.