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martes, 18 de diciembre de 2007

ATAUDES DE CAPRICHO

Todo el mundo sabe que la muerte, además de ser el fin de todo, es en esta vida un gran negocio que acarrea consigo una complicada burocracia. Al dolor se suman preocupaciones mucho más terrenales, como elegir un féretro elegante que represente lo que el muerto era en vida, las coronas de delicadas flores, si será un entierro o una cremación, el tamaño de la esquela del periódico… Además del peinado, el maquillaje y la ropa que llevará el fallecido, y los tentempiés y refrigerios que se ofrecerán durante el soporífero velatorio. Es decir, se trata ante todo de desembolsar de un solo golpe no menos de unos 2.200 euros, que es el precio medio de un sepelio. Y eso sí duele. Es por eso que el difunto que previamente no ha organizado su funeral, o que no ha contratado un seguro, no le hace un grato favor a los que le sobreviven.

Sin embargo, el trance más desagradable es el pago del ataúd: un objeto caro, no baja de unos 600 euros, e inútil a los ojos de los vivos.
Es aquí donde el diseñador británico William Warren interviene. Su creación consiste en hacer del ataúd un objeto que tenga utilidad también en este mundo. De modo que si lo compramos con tiempo, los 530 euros que cuesta los amortiguamos sin duda. De allí surge la idea de
Estanterías para toda la vida”: una bonita biblioteca cuyas partes desmontadas y vueltas a juntar en otro orden conforman un estupendo ataúd para cuando nos llegue la hora. Qué mejor que hacer el largo viaje dentro de un mueble que hemos querido y mimado en vida, además de ahorrarle el gasto y el mal trago a nuestra afligida familia.
Hay que decir que Warren no ha sido el único en tener esta idea. Aún más excéntricos, aunque no por eso dejan de ser útiles, son los ataúdes de eShopAfrica. Eso sí, salen más caros, alrededor de unos 750 euros, pero con la ventaja de ser más personalizados. Uno puede escoger entre diferentes modelos, desde el que tiene forma de zapato, hasta el que tiene forma de ratón de ordenador, para los neonatos de menor tamaño.
Pero si hacemos parte de ese 20 % que decide incinerar al fallecido y además somos ecologistas, dejémonos seducir entonces por la propuesta de Limbo Disseny: urnas funerarias con materiales biodegradables que en su interior contienen la semilla de un árbol representando así la regeneración de la vida. Y como el mundo funerario es amplio, también podemos encontrar urnas de sal que se disuelven en el agua en caso de que el último deseo del difunto haya sido esparcir sus cenizas en el mar. Ideal para aquellos familiares que no saben leer los vientos y acaban con las cenizas en la cara.

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